Durante los días previos a su visita, diplomáticos y observadores de Oriente Medio especulaban sobre si Mohammed bin Salmán se expondría a una de las habituales, y a menudo incómodas, ruedas de prensa improvisadas de Donald Trump en el Despacho Oval. Y así fue. Durante cerca de cuarenta minutos, con las cámaras grabando, el presidente de los Estados Unidos y el príncipe heredero de Arabia Saudí respondieron preguntas sobre temas tan espinosos como el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, la cooperación militar y tecnológica o la venta de armamento. La escena, cargada de pompa y ostentación, ofreció una ventana privilegiada para observar la complicidad entre el magnate republicano y el líder de la única economía del G-20 del mundo árabe. La jornada incluyó una ceremonia en el Jardín Sur de la Casa Blanca propia de una visita de Estado, a pesar de que formalmente no lo fuera. Un desfile de caballos, sobrevuelos de aviones de combate y una cena solemne rubricaron el inicio de un nuevo eje geoestratégico. Trump anunció con solemnidad que designaba a Arabia Saudí como aliado principal fuera de la OTAN, una distinción simbólica, pero de gran peso político, que elevaba Riad al rango de socio prioritario. Con el aval explícito de Washington, el reino árabe dejaba atrás su papel de socio discreto para convertirse en un actor regional con suficientes ambiciones para disputar la histórica centralidad diplomática y militar de Israel, hasta ahora el gran intocable de la política exterior estadounidense en Oriente Medio.
Uno de los puntos más relevantes del entendimiento entre Trump y Bin Salmán es la venta de aviones de combate F-35 a Arabia Saudita. La transacción, largamente perseguida por Riad, supone un desafío directo al dominio aéreo de Israel en Oriente Medio, ya que había sido el único país con acceso a estos cazas de quinta generación. Los F-35, fabricados por la empresa estadounidense Lockheed Martin, son considerados los aviones de combate más avanzados y letales del mundo, con tecnología capaz de evitar los radares y atacar objetivos antes de que puedan responder. Su dominio del cielo en escenarios de guerra los convierte en una herramienta de superioridad aérea incuestionable. Que Bin Salman haya conseguido la luz verde de Trump para adquirir hasta 48 unidades de estos aparatos no solo fortalece la base industrial de defensa estadounidense, como destacó la Casa Blanca en un comunicado, sino que altera profundamente el equilibrio de fuerzas en la región.
Arabia Saudí lleva décadas siendo uno de los principales clientes de la industria armamentística estadounidense, pero hasta ahora había quedado fuera del selecto programa de acceso a los F-35. Romper este veto histórico, tal como anunció Trump el martes, no solo supone una mejora sustancial de las capacidades aéreas saudíes, sino que consolida Riad como un actor militar de primera línea en Oriente Medio. El anuncio de que el reino tendrá los mismos cazas que Israel vulnera de lleno la doctrina de la ‘ventaja militar cualitativa’ que ha regido la política de seguridad de los Estados Unidos durante décadas: garantizar que Israel mantenga una superioridad armamentística incuestionable respecto a sus vecinos. Hasta ahora, el Estado hebreo era el único país de la región con acceso a los F-35, y había intentado condicionar cualquier ampliación del programa a una normalización de relaciones con los países árabes. Sin embargo, Arabia Saudí continúa negándose a firmar los Acuerdos de Abraham, exigiendo como paso previo el reconocimiento de un Estado palestino. A pesar de estas tensiones, Trump optó por ignorar las alertas del establishment de seguridad israelí, que ve en esta operación una amenaza directa a su hegemonía aérea y estratégica.
Q: Are the F-35s you're selling to Saudi Arabia the same ones being used by Israel? And if so, how does that allow for an edge for Israel?
— Aaron Rupar (@atrupar) November 18, 2025
TRUMP: I think it's gonna be pretty similar, yeah. This is a great ally and Israel is a great ally. pic.twitter.com/uQSDDXZW0W
Más allá de la venta de armamento, el apoyo de los Estados Unidos a Arabia Saudí se consolida también con un nuevo Acuerdo de Defensa Estratégica (SDA, por sus siglas en inglés), suscrito por Trump y Bin Salmán durante su visita a Washington. Según el comunicado de la Casa Blanca, el SDA "fortalece la colaboración de defensa y disuasión en la región" y, al mismo tiempo, supone una victoria para la agenda America First al facilitar la entrada de empresas norteamericanas en el mercado saudí y garantizar nuevas contribuciones financieras del reino para cubrir costes militares compartidos. Además, en este nuevo marco, Trump anunció que elevaría Arabia Saudí a la categoría de “aliado principal fuera de la OTAN”, una distinción reservada para países con vínculos estratégicos privilegiados con Washington. Esta designación permite acceder a beneficios militares exclusivos y envía un mensaje claro sobre la preferencia de la Casa Blanca. De hecho, Riad buscaba replicar la orden ejecutiva emitida meses antes respecto a Qatar, donde cualquier ataque a su territorio se consideraba una amenaza directa para los Estados Unidos.
Nada es gratis
Todo tiene un precio en política internacional, y mucho más cuando se trata de redefinir alianzas estratégicas en una región tan volátil como Oriente Medio. La opulenta exhibición de hospitalidad con que Trump recibió a Bin Salmán no solo reflejaba su entusiasmo por una nueva alianza, sino que ponía en evidencia los fundamentos económicos de esta apuesta. A cambio de los acuerdos militares y del reconocimiento como aliado principal fuera de la OTAN, Arabia Saudí se comprometió a aumentar hasta un billón de dólares sus inversiones en Estados Unidos. El propio príncipe heredero anunció que el reino incrementaría los 600.000 millones de dólares ya comprometidos hasta casi duplicarlos. Una de las operaciones más destacadas es la de la empresa Humain, una firma emergente de inteligencia artificial financiada por el fondo soberano saudí, que ha sellado varios acuerdos con empresas estadounidenses y se presenta como punta de lanza de la ambición tecnológica de Riad. El objetivo saudí es claro: transformar su riqueza petrolera en influencia global, y convertirse en líder mundial en exportación de inteligencia artificial. Washington, por su parte, ya planea la exportación de chips avanzados a territorio saudí. Durante toda la reunión, Trump se mostró visiblemente satisfecho con el acuerdo, llegando a coger a Bin Salmán de las manos y reiterando, ante las cámaras, la alegría que le provocaba tenerlo en la Casa Blanca.
an excited Trump suddenly starts grabbing and pulling MBS pic.twitter.com/G2NuLWpVMG
— Aaron Rupar (@atrupar) November 18, 2025
Palestina, punto discordante
A pesar de la creciente sintonía entre Washington y Riad, Palestina sigue siendo el principal elemento que impide una alianza entre Arabia Saudí e Israel. Trump ha manifestado repetidamente su deseo de que Riad se adhiera a los Acuerdos de Abraham, uno de los ejes centrales de su política exterior en Oriente Medio durante su primer mandato, y que ha permitido la normalización de relaciones entre el Estado hebreo y varios países árabes. Sin embargo, la respuesta del príncipe heredero saudí ha sido inequívoca: ningún reconocimiento de Israel será posible sin una vía clara, creíble e irreversible hacia la creación de un Estado palestino. Desde el Despacho Oval, Bin Salmán reiteró que su país se mantiene firme en la defensa de la solución de los dos estados y que cualquier acercamiento con Tel Aviv pasa por garantizar primero los derechos del pueblo palestino. “Queremos asegurarnos de que hay un camino claro hacia una solución de dos estados”, declaró ante las cámaras, insistiendo en que habrá que preparar “la situación adecuada” para poder avanzar en ello tan pronto como sea posible. A pesar de la discordia, Trump quiso minimizar las diferencias y aseguró haber mantenido “buenas conversaciones” con el príncipe saudí sobre la cuestión. “Hablamos de un estado, de dos estados… Hablamos de muchas cosas. Y en poco tiempo, también lo discutiremos más a fondo”, dijo el presidente.
La sombra de Khashoggi
Entre los gestos que demuestran hasta qué punto Trump ha decidido mirar hacia otro lado ante las sombras que planean sobre Arabia Saudí se encuentra su actitud hacia el asesinato de Jamal Khashoggi. A pesar de las conclusiones de la CIA, que señalaron directamente a Bin Salmán como el responsable de la orden de matar al periodista exiliado en el consulado saudí de Estambul en 2018, Trump prefirió defender públicamente al príncipe heredero. Ante la prensa, el presidente estadounidense afirmó que Bin Salmán “no sabía nada”, incluso llegó a relativizar los hechos tildando a Khashoggi de personaje “extremadamente polémico”. “A mucha gente no le caía bien este señor; te cayera bien o mal, las cosas pasan”, dijo. En lugar de condenar el descuartizamiento del periodista, Trump se limitó a destacar su sintonía con Bin Salmán, a quien describió como un “viejo amigo” y con quien, según él, compartían el orgullo por el tratamiento de los derechos humanos. Por su parte, el príncipe heredero calificó el asesinato de “gran error” e insistió en que su país lo investigó a fondo y tomó “todas las medidas adecuadas”.
Trump suggests Khashoggi had it coming: "You're mentioning someone that was extremely controversial. A lot of people didn't like that gentleman that you're talking about. Whether you like him or didn't like him, things happen. But he knew nothing about it. You don't have to… pic.twitter.com/uhh8VjFy20
— Aaron Rupar (@atrupar) November 18, 2025