Tradicionalmente, las marisquerías eran restaurantes donde se encontraba buen producto del mar que se cocinaba con un recetario corto que siempre era el mismo: mariscos a la marinera o al toque de guindilla, pil-piles variados y poca cosa más. Pero en el restaurante Batea, recomendado por la Guía Michelin, le han dado una vuelta y han encontrado nuevas maneras de seguir comiendo un producto de gran calidad a un precio muy razonable.
Ellos dicen que son “una marisquería bistró a medio camino entre el Atlántico y el Mediterráneo”. Y ellos son Marta Morales, en sala, y los cocineros Carles Ramon y Manuel Núñez, que también son el alma del restaurante hermano de calle Aribau, el Besta. Las raíces gallegas de los unos y las catalanas de los otros conectan en la mesa con ejecuciones cuidadas y platos bien trabajados que me invitan a probar un martes de diciembre.
Nuestras ensaladas dan el pistoletazo de salida. Su mariscada fría ya es un icono del restaurante. Llega en una torre de tres pisos y consiste en un cordero con espuma de maíz y pipas de calabaza, un bogavante con piparra y chicharrón y buey de mar con flor de calabacín y botarga

Las ostras aliñadas dan el pistoletazo de salida. Su mariscada fría ya es un icono del restaurante. Llega en una torre de tres pisos y consiste en un cordero con espuma de maíz y pipas de calabaza, un bogavante con piparra y chicharrón y buey de mar con flor de calabacín y botarga. La croqueta de bacalao, por su parte, va condimentada con el aroma del chorizo gallego y coronada por un tartar de gamba muy suave, en un mar y montaña atlántico.
Una receta del Pacífico también se cuela: el ceviche de pescado, aquel día, de serviola. Pero el menú vuelve a virar hacia casa con las almejas gallegas con agua de Lourdes, una salsa delicada, normalmente a base de aceite, vino blanco, limón, ajo y guindilla, que acompaña sin enmascarar el gusto fino del marisco.
Una receta del Pacífico también se cuela: el ceviche de pescado, aquel día, de serviola. Pero el menú vuelve a virar hacia casa con las almejas gallegas con agua de Lourdes, una salsa delicada, normalmente a base de aceite, vino blanco, limón, ajo y guindilla, que acompaña sin enmascarar el gusto fino del marisco.

Remata el trabajo una pata de pulpo con espuma de chorizo y chimichurri. Para beber, pagamos un Campo das Probas 2015 de Quinta da Muradella, un vino singular que forma parte de la amplia oferta de vinos gallegos y catalanes de Batea
Las setas, de temporada, hacen acto de presencia en un plato muy goloso de pasta fresca similar a los maltagliati, acelgas, un velo de papada y huevo. Remata el trabajo una pata de pulpo con espuma de chorizo y chimichurri. Para beber, pagamos un Campo das Probas 2015 de Quinta da Muradella, un vino singular que forma parte de la amplia oferta de vinos gallegos y catalanes de Batea.