¿Qué hay mejor que una cocina de calidad? Una cocina con historia. Con personalidad. Pasear por Barcelona tiene su encanto, aunque no lo parezca para algunos. Más allá de los edificios masificados y las calles más turísticas, se esconden grandes historias que merecen (y necesitan) ser descubrimientos. El bar La Cala del Vermut es un claro ejemplo. Un referente histórico de barrio, de clientela popular. Un espacio, también, alejado del turismo y que los vecinos y las vecinas han sostenido cuando peor lo pasaba el negocio.

La Cala del Vermut: la historia en los pies de la catedral de Barcelona

Mayra es la propietaria del bar. Concretamente, de dos. Ya que a pocos metros se encuentra un segundo establecimiento que transpira la misma esencia caribeña. Un segundo bar sin cocina, motivo por el que es frecuente ver por la c/ de Copons la riada de los trabajadores y familiares arriba y abajo con cajas y los productos. Al fin y al cabo, visto desde fuera, es un encanto. La comida es una delicia, sí, ya entraremos en ello. Pero ver la Mayra trabajar codo con codo con sus hijas y los nietos es un placer increíble. La unión hace a la fuerza y la familia de la Mayra una gastronomía afable, amigable y sabrosa.

Mayra, propietària de La Cala del Vermut
Mayra, propietaria de La Cala del Vermut / Foto: Oriol Sardà

La Mayra llegó a Barcelona en 1990 procedente de República Dominicana. Con una hija y sin nada más. En momentos donde mucha gente podría hundirse y caerse abajo, ella se armó de fuerza y de valor para crecer, sobrevivir y sacar adelante a su familia. Encontró trabajo enseguida. La familia Pujol la contrató para los servicios de limpieza, entre otras familias de la élite catalana. Entre trabajo y trabajo, consiguió un empleo en la esquina de la calle Copons, 2. Exactamente, justo donde hoy día se alza La Cala del Vermut.

cala del vermut exterior
El exterior de La Cala del Vermut / Foto: Oriol Sardà

La dominicana aterrizó en 1992 en un bar regentado entonces por un matrimonio sénior. Casi un lustro después de ser la camarera del bar, Mayra adquirió formalmente el negocio, convirtiéndose en la dueña. De esta manera, son 27 años ya al pie del cañón de La Cala del Vermut. Madre y abuela de una familia extremadamente unida, ha tirado del carro cuando parecía imposible. Pero para ella, esta palabra, el diccionario no la recoge.

Tapas de aquí y de allí; ambiente caribeño

En sus inicios, como propietaria del local, la apuesta gastronómica era un menú que iba variando en función del día de la semana y de la época del año. Con el cambio de la peseta al euro, sin embargo, la Mayra se dio cuenta de que el negocio no era rentable y evolucionó el concepto. Así pues, desde hace más veinte años que en La Cala del Vermut solo se encuentran tapas. De todo tipo, desde las clásicas hasta las más sorprendentes.

Apuntadas con tiza en la pared, la lista es bastante larga y variada. ¡No sabrás por dónde empezar! Los precios son correctos por la cantidad de la comida y por el lugar donde se ubica. Eso sí, y me repito, no encontrarás a mucha clientela turista. Y es que una de las particularidades de La Cala del Vermut es el respeto y la estima que se ha ganado después de décadas y décadas subsistiendo en el barrio. Hoy no tendríamos un sitio así en el corazón de Barcelona si no fuera por la Mayra.