Ahora viene Navidad y no sé si mataremos algún gallo, ni si alguna tía Pepa se llevará ningún trozo, pero turrones seguro que pocos o muchos al final de la comida saldrán bien cortados y alineados en una fuente que tendrá muy buena pinta... A los catalanes nos cuesta concebir la Navidad sin turrones. Se ha escrito mucho sobre cuál fue el primer recetario catalán donde apareció la primera fórmula para hacer turrones de avellana, el manuscrito Llibre de totes maneres de confits del siglo XV, pero poco se ha hablado de la simpática anécdota que nos explica Joan Amades en su Costumari Català.

Durante el siglo XIX los turrones se iban a comprar al mercado, la misma mañana del día de Navidad. Los turroneros valencianos llenaban los puestos del mercado de sus dulces de Xixona y de Alicante, invasión que a los turroneros catalanes de Agramunt no les hacía nada de gracia. Los de Agramunt planificaron una estrategia para echarlos muy pronto. Se vistieron bien endomingados, con bragas cortas de terciopelo y una barretina musca para, así, poder ser fácilmente identificados por los compradores. La estrategia funcionó y los turrones de avellana de Agramunt se hicieron muy populares e icónicos de aquellas fechas.

Taller de torrons a Nova York / Foto: Delegació del Govern a Estats Units i Canadà
Taller de turrones en Nueva York / Foto: Delegació del Govern als Estats Units i al Canadà

Este pasado 1 de diciembre, en Nueva York, se ha querido hacer resonancia de estos postres dulces de Navidad y se ha organizado un acto para decirle al mundo que los turroneros catalanes hacen el mejor turrón del mundo (ahora que los valencianos no nos oyen). El acto fue organizado por la Delegació del Govern als Estats Units i al Canadà, con el apoyo de Prodeca. La pastelera nacida en Barcelona, Úrsula XVII Sala, fue la conductora del showcooking, enseñando a los participantes cómo hacer los turrones de avellana en casa.

El delegado del Govern, Isidre Sala, explicó a los asistentes que los turrones son un dulce ancestral catalán, que llevados a las creativas e innovadoras mentes de los cocineros catalanes aparecen, hoy, en nuevos formatos y sabores, salvaguardando, eso sí, el concepto, la tradición y las raíces del producto. Aprovechando el acto divulgativo, los embajadores catalanes también dieron a conocer a los invitados los barquillos y el cava. Finalmente, se hizo una cata y pudieron disfrutar de las delicias catalanas. Entre los invitados se encontraban importadores, distribuidores, cocineros y profesionales del mundo de la gastronomía. El acto se llevó a cabo en las instalaciones de una escuela de hostelería de renombre: el Institut of Culinary Studies.

Taller de torrons a Nova York / Foto: Delegació del Govern a Estats Units i Canadà
Taller de turrones en Nueva York / Foto: Delegació del Govern als Estats Units i al Canadà

La difusión de nuestros productos y de la cultura gastronómica en general, a través de la docencia, tiene un efecto multiplicativo muy importante. Es una vía que desgraciadamente todavía está muy verde: hacen falta más cocineros y profesionales entendidos de la cocina catalana que dediquen parte de su tiempo a esta tarea. Actualmente, en los EE. UU., se está trabajando en proyectos docentes nuevos, que tendrán un impacto crucial. Ser embajador de nuestra cultura gastronómica lo podemos ser todos, solo quiere decir arremangarse un poco. Aprovechemos aquella merienda del trozo de coca que hemos hecho en casa para explicar a los amigos de nuestros hijos que Catalunya es un país de cocas y que tenemos de todo tipo, que también comemos pan con aceite y chocolate o con tomate.

Aprovechemos aquel encuentro de vecinos para compartir el arroz del domingo y explicar que en Catalunya tenemos arroces buenísimos, y que a estas alturas se pueden encontrar en todas partes (seguramente muchos no sabrán dónde está el Delta del Ebro ni Pals). Aprovechemos los grupos de las redes sociales para hacer eco de las tradiciones cuando tocan. Llevemos panellets (que seguro que hemos hecho para dar y tomar) a la gente del trabajo y expliquemos que nosotros tenemos una fiesta que es la Castañada... Y gota a gota se llena la bota. Nos queda mucho trabajo por hacer. Tenemos una despensa y una cultura gastronómica privilegiada y todos somos responsables de hacer que el mundo lo sepa. Feliz Navidad.