Hubo un tiempo en qué para llenar los locales donde se daban los mítines (tanto si eran pabellones de deportes como coliseos romanos), los partidos tiraban de jubilados y montaban autocares. Se trataba de exhibir músculo y masas, demostrando que había mucha audiencia, sobre todo de cara a las conexiones televisivas. En aquella época, la manjar habitual era un bocadillo frío (de "chopped" o de longaniza) y va que chuta.

A lo largo de la historia de los mítines, hemos pasado del triste bocadillo a la multitudinaria paella, con el consiguiente meneo del cucharón gigante a cargo del candidato.

La manjar habitual de los mítines era un bocadillo frío de "chopped" o de longaniza y va que chuta

En general, no se puede en absoluto decir que la gastronomía haya tenido un papel muy relevante en el transcurso de la historia democrática. Quiero decir la de las campañas electorales. Cuanta más gente en un acto, menos interés tiene la cocina. Quizás tendríamos que rascar en las intimidades de las noches electorales, e ir a parar a las platas de canapés de determinados partidos –los más opulentos– para encontrar alguna gracia culinaria.

Ahora, pero la campaña por primera vez ha sido veraniega. Y hemos renovado un poco las tradiciones. De aquel candidato o candidata que removía el arroz, hemos pasado a la cabeza de lista que hace ir otro cucharón, el del cremat, en la previa de un concierto de habaneras. Y también hemos visto cómo se repartían vasitos de gazpacho entre la militancia. Hay un partido, por ejemplo, que propone el mitin final con "puestos de comida y bebida", anunciados en un cartel donde predominan las sandías. Quizás hemos pasado por alto el detalle de las sandías, pero todo, todo, en política tiene un mensaje. Estas inocentes sandías no han sido escogidas aleatoriamente sino que han sido debatidas bastantes días entre asesores, diseñadores, estrategas, nutricionistas y politólogos antes no se han estampado en el cartel.

Quizás tendríamos que rascar en las intimidades de las noches electorales, e ir a parar a las platas de canapés de determinados partidos –los más opulentos– para encontrar alguna gracia culinaria

Como el calor me está fundiendo las neuronas y no tengo ánimo para pensar en temas trascendentales, de los de verdad, he imaginado cómo fue la deliberación del cartel.

Un diseñador quizás propuso primero un polo de limón, pero fue descartado de raíz: demasiado azúcar, poco sostenible y la acidez del limón puede dar pie a interpretaciones. Fuera, fuera. ¿Otro dijo, si ponemos unas cerezas? ¡No hombre! Que este año con la sequía van a precio de oro y no están al alcance de todo el mundo, son elitistas.

¿Y si ponemos un melón? Sí... Clar o... Y ya tenemos el meme-Meloni hecho.

¿Y si ponemos un melón? Ya tenemos el meme-Meloni hecho

El diseñador que había pensado en poner trozos de pastel porque hace fiesta, se estuvo bastante de decirlo para que no fuera tan evidente que tanta generosidad de los partidos, tanto dar bocadillos de chopped, paella, cremat o abanicos, todo, todo, es para llevarse la parte mayor del pastel, a pesar de que en las encuestas y los escrutinios se preocupen por hablar de quesitos.

Ya que he abierto el melón de las sandías y, hasta ahora, no he aportado mucho nada a los lectores, daré cuatro indicaciones prácticas para acertar la buena pieza (el quebradero de cabeza de todos el que vamos a mercado), porque no hay disgusto mayor que haber depositado todas las ilusiones y cuando lo empezamos es fofa, sosa, seca y blanca.... Y eso pasa tanto con las sandías como con las legislaturas. ¡Mucho cuidado con que ponéis en el sobre! Por lo tanto, hoy concentrémonos con la elección de la sandía y con la elección de la lista que pondremos dentro de la urna.

Hoy concentrémonos con la elección de la sandía y con la elección de la lista que pondremos dentro de la urna

Escogeremos las más redondas, de piel oscura y con una buena mancha amarilla, que es la señal que es dulce. Tiene que pesar, si son ligeras es que tienen poca agua. La picaremos por los lados y tenemos que oír como un poco de eco o notar las veces por el otro lado, señal que es sólida.

Nos podemos equivocar, sí, pero tenemos la conciencia tranquila porque hemos hecho lo que hemos podido: hemos empleado técnica, intuición, esfuerzos y deseos.

Y si a pesar de haber aplicado todas las indicaciones, la sandía sale disgustada, la podemos arreglar añadiendo un poco de sal y aumentará la sensación de dulzura; o la podemos aliñar con unas gotas de limón, un poco de ralladura de piel y un poco de jengibre, creedme, mejorará. Pero también podemos animarnos a incluirla en platos salados: una ensalada de sandía, tomate y queso de cabra; o hacer una tapa de sandía y anchoas.

A pesar de que la sandía salga pocha, siempre es mucho mejor que unas porras con una cup of cafè con leche en la Plaza Mayor

Pero en cualquier caso, a pesar de que la sandía salga pocha, siempre es mucho mejor que unas porras con una cup of cafè con leche en medio de la sofocante Plaza Mayor el 23 de julio.

Pues nada: que tengamos una buena jornada electoral.