Vuelven los lobos. Esta es la gran noticia y la recibimos con unas dosis altas de alegría porque pensamos que la biodiversidad es útil y necesaria, porque el equilibrio de la flora y la fauna es clave para mantener con coherencia la naturalidad de los ciclos vitales. El lobo fue exterminado a primeros del siglo XX. Al perder el lobo, que formaba parte del escenario natural de nuestro territorio, se perdió también un depredador imprescindible para controlar la población de corzos y, también, de jabalíes. No hace falta recordar que la proliferación de jabalíes es, hoy en día, un problema de primer orden y un refuerzo de la cadena trófica. Con el lobo, se ayudaría a prevenir esta "plaga" y a evitar enfermedades como la peste porcina del jabalí, por ejemplo. ¿Qué pasa, sin embargo? ¿Por qué tenemos que temer al lobo más allá de los cuentos infantiles? Porque su presencia hoy, lejos de las historias del pasado, puede representar un descalabro importante en el ecosistema forestal, en unos bosques lo bastante modificados por los humanos en beneficio propio y sin conciencia ambiental.

Hay que recuperar el bosque como patrimonio natural, eso está claro. La gran "depredadora" es la ciudad y nos tenemos que acercar más a la sabiduría popular, a los que saben de todo eso. A raíz de la vuelta del lobo, ha nacido el grupo Llop Catalunya, entidad conservacionista y animalista. ¿Dónde ha nacido, sin embargo? Justo en medio de Barcelona, en un entorno urbano, cerca de las instituciones y de los medios de comunicación, cerca del asfalto y no de la tierra. Tengo que saber si la gente de montaña vive esta novedad y es cuando veo las orejas al lobo: la fábula se vuelve angustia. El consumo de carne de cordero ha descendido dramáticamente con relación al pollo y la ternera, que son los estandartes de la ganadería intensiva, una de las principales causantes de las emisiones de gases de efecto invernadero, así como de los desequilibrios de la distribución de riqueza del territorio. La ganadería extensiva, la de los pastores que caminan con su rebaño, contrarresta en parte estos problemas, capta y retiene las emisiones de gases en la tierra y, por descontado, genera puestos de trabajo y, por lo tanto, reequilibra el territorio.

Mucho, mucho y mucho tenemos que preservar la especie homo ruralis, que expresa una desazón muy intensa ante la posibilidad de encontrarse lobos en el bosque, atentos a sus rebaños. Los lobos se persiguieron en aquella lucha que decíamos, donde los pastores tenían opciones de defensa. Si hablas con los ganaderos de ahora, sabrás que ya no salen a pacer con una escopeta, sino a pelo. Tenemos un sector primario que es del todo necesario, más que debilitado, con necesidad casi de cuidados intensivos, con una tasa de abandono del oficio y de falta de relieve, con una peligrosísima competencia de productos de importación de agricultura y ganadería intensiva y con una emergencia climática que, como es natural, lo afecta directamente. Somos, como decían los clásicos y como determinó Hobbes el filósofo, un Homo homini lupus. Los humanos somos lobos para los humanos. Y no somos capaces de tener una visión global, necesaria, urgente. Sí, volverán los lobos, pero exterminaremos a los ganaderos.