Las probabilidades de entrar en las redes sociales y chocar con una foto de comida, receta o plato de restaurante son muy altas. Los tres hashtags #food, #foodporn y #instafood hacen de esta materia la más fotografiada en las plataformas sociales. Los platos puestos estratégicamente sobre la mesa y los teléfonos elevados captando el tendido de manjares a punto de ser devorados forman parte de una escena que ya se ha transformado en liturgia. Las imágenes de nuestros platos crean una atmósfera virtual de intimidad entre todos aquellos que las ven. La cocina es un lenguaje universal que todos entendemos y genera lazos ficticios entre las personas. Las redes son el ejemplo más vivo.

Recetas y platos siempre han sido los crowd-pullers de las redes sociales, pero en los diez últimos años, y sobre todo durante la pandemia, se han posicionado en primer lugar en el ranking de popularidad. ¿Quién no recuerda la avalancha de fotos de pasteles y panes durante la burbuja de la covid? Actualmente, la pizza encabeza la lista de los primeros seis platos más publicados a escala mundial, seguida de los hotdogs, los donuts, las hamburguesas, los entrecots y los tacos. Es cierto que, desde ya hace un tiempo, hemos empezado a buscar la perfección en la estética individual de cada plato, a publicar fotos donde el foco se traslada a la gente que se los come y a las historias que hay tras de aquellos platos. Con pocas palabras, hemos ido humanizando los manjares. Todo, acaba siendo una costumbre que muchos adoptan antes de empezar la comida.

FOOD LOVER CASA LUZ movil foto / Foto: Montse Giralt
Fotografía del plato hecha con el móvil / Foto: Montse Giralt

Según estudios científicos de la Universidad de Carolina del Sur, cualquier ritual llevado a cabo antes de empezar a comer (sea religioso o no, como podría ser el hecho de colgar una foto) crea un breve espacio precomida que genera un preludio de expectación, emoción y pausa que nos hace disfrutar y encontrar mucho mejor aquello que estamos a punto de ingerir; probablemente por el efecto mindfulness de poner el foco en el ahora y aquí. Así, acabamos entrando en un círculo vicioso de acción-reacción, que incita, cada vez con más frecuencia, a colgar fotos de aquello que comemos.

Me ciño a pensar que las razones que nos instigan a apretar el botoncito son dos: la necesidad de documentar nuestro día a día y la satisfacción que genera la validación en forma de likes de aquello que hemos creado y que nos hace sentir orgullosos. Se ha hablado a diestro y siniestro sobre cómo nos influyen las imágenes de las redes sociales y del poder que tienen de cambiar opiniones y maneras humanas de actuar sobre cualquier cosa, incluida la forma de comer o alimentarnos. ¿Nos hemos preguntado alguna vez si somos libres cuando decidimos qué compramos o si inconscientemente tendemos a imitar aquello que hemos visto en las redes sociales? Tenemos la sartén por el mango, ¿pero nos dejamos influenciar?

Haciendo una fotografía de la mesa|tabla / Foto: Pexels
Haciendo una fotografía de la mesa / Foto: Pexels

La revista Fortune anunció en 2021 lo que era inminente que tenía que pasar y pasó. Durante el 2022 se abrieron más de 1.000 restaurantes basados en la cocina y las recetas que triunfaban en la plataforma TikTok. La cadena de restaurantes al cargo lleva el nombre de TikTok Kitchen. Fortune también anunciaba que el plato estrella en el 2022 sería lo que se hizo más viral durante el último año, la "pasta al horno con queso feta", plato que acabó con las existencias de este queso en Finlandia, seguido de las "chips de pasta" hechas en el air fryer, artefacto que ha visto sus ventas disparadas gracias a TikTok Kitchen.

El plan de negocio consiste en comida para llevar, y básicamente se utilizan cocinas de restaurantes ya existentes. El reparto va a cargo del gigante Grub-Hub. El menú va cambiando según los platos que triunfan en la red. Es decir, nada de productos de temporada. La media de edad de los seguidores de esta plataforma se mueve entre los 16 y los 34 años, generaciones que tienen, en gran parte en sus manos, la continuidad de las cocinas tradicionales, que tristemente parece peligrar. ¿Las corrientes gastronómicas que se crean en las redes sociales cambiarán el escenario gastronómico mundial? Pensemos en ello.

La madre de los huevos es que nos creemos más modernos si comemos y publicamos aquello visto en las redes, sencillamente porque nos hace vergüenza publicar una cocina que pensamos que es caduca, anticuada y aburrida, en la que ya ni creemos. Estamos ciegos y no vemos que otros países sí que han creído en sus cocinas tradicionales, se han enorgullecido y las han hecho triunfar por todas partes. Todavía estamos a tiempo, pero no nos podemos distraer.