Hoy es el gran día: día de elecciones municipales. Los candidatos están nerviosos, seguro, deben tener un nudo en el estómago.

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No sé a ciencia cierta qué manjares gustan más a los candidatos y candidatas a la Alcaldía de Barcelona. O de cuáles abominan. Tampoco sé si son alérgicos a algún producto o intolerantes al gluten. Ni conozco el detalle de sus predilecciones gastronómicas. Si cocinan (o no) en casa; si están acostumbrados a comer o a cenar a fuera, en un restaurante; si son más de dulces que de salados, si comen con la mesa esmeradamente preparada... O de un bocado.

Este no es un artículo documentado, pues, pero sí que utilizaré las herramientas que tengo al alcance, las de la cocina, para hablar de elecciones y de política. Jugaremos a imaginar qué cocinaría para cada candidato, con el riesgo, claro está, que justamente piense en un plato que no le satisface nada. Pero no se lo tendrá que comer o, en todo caso, no es obligatorio.

Jugaremos a imaginar qué cocinaría para cada candidato, con el riesgo, claro está, que justamente piense en un plato que no le satisfaga nada

Xavier Trias está dispuesto a hacerlo juntos. Me decantaría, pues, por un arroz o unos fideos. Que alguien empezara cortando la cebolla y que otro lo ayudara con el sofrito. Quizás añadiríamos un par de pimientos, con la idea de cambiar las encuestas, y un pensamiento de tomate rayado, eso va a gustos. Hagámoslo juntos. Otros harían el caldo de pescado de roca, que fuera hirviendo, y después todavía quedaría perlar el arroz o dorar los fideos y verter el fumet, mientras hacemos un vermú para que las distintas almas de Junts estuvieran juntas, un rato de compañerismo sin pelearse.

A Ada Colau, que quiere abrir camino, le haría unos canelones. Y me preguntaréis por qué. Pues porque los canelones son una combinación de pasta y de farsa. Por un lado, la apariencia similar entre todas ellos, el exterior redondeado y común; por el otro, el interior, que es una mezcla de ingredientes y un sálvese quien pueda. Para no hablar de la bechamel, que a veces lo enmascara todo. Y el gratinado, que hace que salgan los colores de todo tipo.

A Xavier Trias, que está dispuesto a hacerlo juntos, le haría un arroz o unos fideos

Para "el alcalde de todo el mundo", Ernest Maragall, me reservo el fricandó, porque es un plato donde la carne, si la hacemos bien, queda blanda y se puede comer sin dificultades. Y con setas, claro está, que le dan sabor y que funcionan como satélites de lata enharinada. No sé muy bien si captáis la metáfora y, de hecho, no sé si hay siquiera alguna, pero vaya: a Maragall, lo veo mojando pan en la salsa.

Y en Jaume Collboni, un mar y montaña, pongamos un pollo con cigalas, porque cuando habla no sabemos si es que ha estado mucho tiempo en el ayuntamiento (cuándo comenta las cosas buenas que se han hecho) o si se presenta como un partido de la oposición (que quiere arreglar los desperfectos). Esta doble cara, esta combinación a veces estrafalaria, se parece a la burrada que es combinar ave y marisco, un equilibrio arriesgado, que, si sale bien, pues mira: funciona de maravilla.

A Ada Colau le haría unos canelones, porque son una combinación de pasta y de farsa

Y así (mojando pan, soplando, mordiendo, lamiendo, quemándose la lengua) irán digiriendo los resultados con eructos y flatulencias, pero aliviados que se haya acabado la campaña, que bastantes sapos se han tenido que tragar a estas alturas.

Es la hora de la cervecita, amigos.