Hace un año que miramos las noticias y hacia el cielo, preocupados por el impacto económico de la guerra de Ucrania y por la confusión medioambiental. Estamos sufriendo una sequía draconiana, inclemente, severa. Tanto los desbarajustes políticos como climáticos se han reflejado en el importante aumento de precio de los alimentos, hasta el punto que llenar la cesta de la compr está siendo una quimera. El granero de Europa y los fruteros del Segrià, todo sufre.

Ante esta extrema situación no es tanto cuestión de agachar la cabeza como de mirar lo que crece en nuestras riberas, en las jardineras y en los márgenes. Si os fijáis bien, si prestáis atención, veréis la reivindicación de un colectivo femenino, anárquico, libre, inclusivo, espontáneo, democrático y, para muchos, inoportuno. El colectivo de las mal llamadas malas hierbas.

Tanto los desbarajustes políticos como climáticos se han reflejado en el importante aumento de precio de los alimentos, hasta el punto que llenar la cesta de la compra está siendo una quimera

Por iniciativa de la Asociación Restaurantes Sostenibles y con la guía de Eixarcolant, participé en un taller de conocimiento de las plantas silvestres que crecen en Barcelona ciudad, quizás el espacio menos agreste del territorio. La ciudad donde solo son altos los edificios, donde la seta más buscada es el consumidor, donde el abono es el dinero, donde incluso los perros van en cochecito, donde lo más parecido a una abeja son los patinetes y donde la flor más hermosa está dentro del escaparate de la tienda de ropa interior. En esta ciudad hay un tesoro a la vista de todo el mundo, a menudo pisado, despreciado y solo mirado para ser arrancado y tirado con rabia.

Imagino la cara de estupor que pondría un homo erectus si viera cómo los urbanitas rechazan alimentos tan sabrosos, nutritivos, fáciles de obtener y, por lo tanto, tan económicos, y persistentes como lo hacemos nosotros. Nos considerarían unos bárbaros. Porque exactamente eso son las plantas silvestres: alimentos.

En esta ciudad hay un tesoro a la vista de todo el mundo, a menudo pisado, despreciado y solo mirado para ser arrancado y tirado con rabia

Cierto es que el conocimiento del buen uso de las plantas silvestres ha quedado relegado a las abuelas y los abuelos de los puntos más inaccesibles del país, donde todo lo que crece se valora y tiene un uso. Pero si el homo metropolitanus no quiere evolucionar a homo idiotens, quizás que aprendamos a aprovechar los recursos que la naturaleza –pocos, en ciudad– nos da.

Os animo a conocer el proyecto Eixarcolant y tener la curiosidad de probar la verdolaga, el llantén, las caléndulas, las ortigas, la oruga, las borrainas o el diente de león.

Las judías tiernas provienen de Marruecos, las cerezas de Huelva y los espárragos del Perú. No hay nada más sostenible, económico y provechoso que comernos el parterre.

El conocimiento del buen uso de las plantas silvestres ha quedado relegado a las abuelas y los abuelos de los puntos más inaccesibles del país

Levantamos el cucharón, blandimos la bandera reivindicativa de aquello que tenemos al alcance, luchamos para no ser unos legos alelados y abrimos los ojos y también la boca. Tanto es si vivimos en el Eixample o arriba de todo del Montseny. Lo tenemos a tocar: de los alcorques en la Pica d'Estats. 0 coste, 100% sabor.