Se acabó el decir que las acelgas son sosas, aburridas y tristes. Solo hace falta darle una vuelta al recetario para valorar a este producto tan sano, económico y también sabroso.

Propiedades nutricionales

Si hay una verdura que merece el título de superalimento, esta debería ser la acelga. Producto, por cierto, que cumple otros requisitos importantes como el ser barato y de kilómetro cero en prácticamente toda nuestra geografía.

Una ración de acelgas de unos 200 gramos (recuerda que al cocinarla se queda en nada al igual que ocurre con las espinacas) nos proporciona una gran cantidad de nutrientes. En concreto casi la mitad del hierro y el magnesio de la cantidad diaria recomendada y el total de la vitamina C. También es rica en potasio, calcio, vitamina E y ácido fólico, tan buscado por las embarazadas.

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Foto: Pixabay

Beneficios 

Son tantas las ventajas que podemos extraer de las acelgas que en la antigüedad se llegó a tratar como una planta medicinal. Hoy, uno de los aspectos que más se valora de esta verdura que compramos en ramos, es su aporte de fibra. Esto, junto a que no suma calorías, la convierte en el alimento perfecto para todos los que quieren perder peso y llevar una dieta saludable.

A su vez, gracias a la cantidad notable de fibra más otros nutrientes, ayuda a luchar contra el estreñimiento y lograr un equilibrio en el tránsito intestinal. Aunque ya sabemos que el hierro que procede de los alimentos de origen vegetal es más complicado de absorber por nuestro organismo, este caso es diferente, ya que cuenta con la ayuda de la vitamina C, un excelente conductor. Así, forman la pareja ideal para luchar contra anemias.

Además, su contenido en calcio ayuda a reforzar los huesos, algo muy positivo para aquellas personas que no consumen leche de origen animal. Y no podemos olvidar su poder antioxidante así como sus propiedades para fortalecer el sistema inmune.

¿Cómo cocinarlo?

Pocas verduras hay más versátiles que las acelgas. Algo a lo que hay que añadir que siempre están disponibles, debido a que tienen dos largas temporadas, la primera ahora en primavera y, luego, otra durante los meses cálidos de otoño. Sus hojas más pequeñas se pueden consumir en crudo siendo ideales para ensaladas, al igual que las espinacas.

Uno de los platos más saludables y con el que podemos aprovecharnos de todos sus beneficios y sabor es simplemente escaldadas y aliñadas con un chorrito de aceite de oliva virgen extra. El truco es introducir los tallos o pencas partidos y, un minuto después, añadir las hojas, ya que estas necesitan menos tiempo. En total no deben estar hirviendo más de unos cuatro minutos en el agua.

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Foto: Pixabay

Recetas con acelgas

Tener a mano siempre unas acelgas (pueden ser congeladas) es un acierto para enriquecer cualquier tipo de potaje. También te puedes atrever a añadirlas en un sofrito de un arroz o junto a unos huevos revueltos. Y una receta que nunca falla incluso en las casas en las que hay niños (o adultos con paladar de niño) son las pencas rebozadas. El tallo es la parte que más suele costar a la hora de comer las acelgas hervidas, pero antes de tirarlo, prueba a pasarlas por harina y huevo antes de freírlas en aceite muy caliente. Pon alguna salsa para dipear y disfruta.

Como de la acelga se aprovecha todo, las hojas más grandes se pueden utilizar para hacer rollitos o wraps. En la cocina turca o griega es muy habitual utilizar hojas de parra, pero esas mismas recetas quedan ideales con acelgas, cuya textura es más suave.

Origen

El origen de la acelga es muy similar al del resto de verduras que consumimos de manera habitual. Proceden de la zona mediterránea y fueron los griegos y romanos los que expandieron su consumo por el resto de Europa.  Lo que es más curioso es el origen de su nombre. Los griegos clásicos estaban convencidos de que la acelga provenía de Sicilia y por eso la llamaban, literal, la siciliana, que se traducía como ‘sikelḗ’. Este término fue variando a lo largo del tiempo hasta los árabes, que, como en muchas otras palabras, se le añadió una a, quedando “assílqa”, ya mucho más cerca de nuestra acelga. Palabra, que por cierto, entró en el diccionario de Antonio de Nebrija ya en el 1494.

Poco después, también se hizo muy popular una expresión que se sigue utilizando, “tener cara de acelga”. Ideal para cuando tenemos cara de cansados, estamos pálidos y un poco demacrados. Tal y como nos vemos después de una mala noche o una intensa jornada frente al ordenador. ¿Es tu caso?

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Foto: Pixabay

El consejo

Las acelgas no suelen ser la verdura favorita de nadie y menos de los niños. Pero esta verdura con fama de sosa tiene un as en la manga al que pocos pueden resistirse: su variedad de colores. Son más dóciles de encontrar, pero existen acelgas con sus tallos de muchos colores, como amarillos, rojos o anaranjados. Esto ya le da otro aspecto al plato y se empieza a comer con otro ánimo.

A la hora de comprarlas, siempre hay que fijarse en que los tallos no estén secos y las hojas brillantes y tiesas. Pero, si en casa se nos olvidan en el frigorífico y las vemos un poco mustias, solo hay que cortar la parte seca del tallo y ponerlas en agua, como unas flores, y en unos minutos volverán a lucir como frescas.