Para muchos, cortar cebolla es una especie de prueba de resistencia culinaria: un desafío que transforma una tarea sencilla en una escena digna de una película dramática. A lo largo de los años han circulado infinitos trucos que prometen solucionar el problema y evitar el temido lagrimeo, desde cortar la cebolla debajo del agua hasta hacerlo muy cerca del grifo para que el vapor supuestamente atrape la molécula irritante que desprende el bulbo. Sin embargo, tal como explican en el canal de YouTube “Cocinando con Cookpad”, estos métodos populares no siempre funcionan. Según cuentan, después de probarlos con paciencia y buena voluntad, el resultado no ha sido tan satisfactorio como prometen los viejos consejos que todos hemos escuchado en casa. Y es que la química de la cebolla es más caprichosa de lo que parece.
El truco de cocinero para cortar cebolla sin llorar
En su experimento, empezaron por uno de los trucos más repetidos: meter la cebolla en la nevera durante una hora antes de cortarla. La teoría dice que, al enfriar el bulbo, las reacciones químicas que liberan los compuestos azufrados se ralentizan, y eso debería reducir el efecto irritante. Y sí, reconocen que funciona un poco, que la cosa mejora, pero no todo lo que esperaban; sigue habiendo molestia y el lagrimeo no desaparece del todo. Por eso decidieron seguir investigando y probar un método diferente, uno que según ellos sí tiene un efecto real y sorprendentemente eficaz.
El truco definitivo empieza por pelar la cebolla con calma y asegurándose de que el cuchillo esté muy bien afilado. Esto es crucial porque, cuando la hoja no corta de forma limpia, aplasta las células internas de la cebolla y libera más cantidad de los compuestos que nos hacen llorar. En cambio, un cuchillo afilado produce un corte preciso que reduce la liberación de estas sustancias volátiles. Una vez pelada, colocan un cuenco con agua justo al lado y sumergen la cebolla en él. La enjuagan suavemente, dándole un par de vueltas dentro del agua para que esa película irritante se disuelva antes de empezar a trabajarla.
Es importante que el cuchillo que usemos para cortarla esté bien afilado
El momento clave llega después: sacan la cebolla del agua, la colocan boca abajo sobre la tabla, es decir, sobre la parte plana que queda tras partirla por la mitad, y empiezan a cortarla. La combinación de la limpieza en el agua, el cuchillo afilado y la posición estable sobre la tabla hace que la cebolla libere una cantidad mucho menor de moléculas irritantes. El resultado, según muestran en el vídeo, es sorprendente: no se llora. Ni rastro de picor, ni ojos rojos, ni esa sensación de que la cocina se ha convertido en un laboratorio químico rebelde.

Es un método sencillo, rápido y sin artificios, que demuestra que a veces los mejores trucos no son los más conocidos, sino los que aprovechan la lógica y un poco de ciencia culinaria. Ahora, cortar cebolla puede dejar de ser un drama y convertirse, por fin, en un gesto cotidiano sin lágrimas.