La sal, ese ingrediente tan cotidiano que hoy vemos como algo simple, ha sido durante siglos un símbolo de riqueza, de poder y también de conflicto, y por eso no es raro que alrededor de ella hayan surgido supersticiones que todavía repetimos sin saber muy bien por qué. Una de las más extendidas es la creencia de que pasar la sal de mano a mano da mala suerte, una frase que escuchamos en comidas familiares, bares y sobremesas, y que sigue viva, aunque casi nadie conozca su origen. Pero esta superstición no aparece por casualidad ni responde a un capricho: tiene detrás una historia antigua, sorprendente y muy ligada a la economía, al valor de los bienes y a la necesidad de evitar disputas en un tiempo en el que la sal, más que un condimento, era un auténtico tesoro blanco con el que se pagaban sueldos y se cerraban acuerdos.

Por qué dicen que da mala suerte pasar la sal de mano en mano

Según explica el creador de contenido @teotinivellicontenido en Instagram, esta superstición se remonta directamente a la Antigua Roma, un lugar donde la sal tenía un valor extraordinario porque servía para conservar alimentos, curtir pieles y mantener reservas durante meses. No era simplemente un producto de cocina: era un recurso estratégico. De hecho, los romanos pagaban parte de los sueldos a sus trabajadores en sal, y de ahí proviene la palabra “salario”, una huella lingüística que todavía usamos sin pensar en su origen. Como la sal se entregaba en bolsas o recipientes, existía un riesgo: si el contenedor se rompía durante el intercambio, la sal se esparcía y ya no era posible determinar cuánto pertenecía a una persona y cuánto a otra. Ese detalle aparentemente simple provocaba tensiones, discusiones y, a veces, enfrentamientos graves, porque nadie estaba dispuesto a perder ni un gramo de aquello que equivalía a dinero.

 

 

Para evitar estas peleas, los romanos desarrollaron una costumbre muy práctica: colocar la sal sobre una superficie, mesa, piedra o tablero, para que la otra persona la recogiera sin contacto directo. Así no había peligro de que el recipiente se rompiera en plena entrega. Esta forma de pasar la sal se convirtió poco a poco en una norma social y, con el tiempo, en una regla casi sagrada. A través de generaciones, el gesto se transformó en superstición: nunca pasar la sal de mano a mano para evitar la mala suerte, que en realidad era mala suerte económica.

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Gracias a este gesto, se evitaba que se rompiera el recipiente / Foto: Unsplash

Lo que empezó como una norma social se acabó convirtiendo en una regla casi sagrada

Curiosamente, esta tradición ha sobrevivido intacta hasta nuestras cocinas modernas, donde la sal ya no se paga como un salario ni es una moneda preciada, pero su carga simbólica sigue resistiendo. Hoy, cuando alguien te dice que no le pases la sal directamente, en realidad está repitiendo un eco antiquísimo que nació del miedo a perder riqueza y del deseo de evitar conflictos. Una superstición que, aunque ahora suene pintoresca, sigue recordándonos que incluso los gestos más pequeños esconden historias mucho más profundas de lo que parecen.