En la cocina tradicional española, el sofrito es una piedra angular que se repite en infinidad de recetas. Ya sea para un guiso, un arroz, una salsa o unas albóndigas, este básico se suele preparar de forma intuitiva, casi de memoria, como lo hacían nuestras abuelas. Pero Ferran Adrià, uno de los chefs más reconocidos del mundo, ha revelado un error común que cometemos la mayoría de nosotros al elaborarlo: no medir los ingredientes con precisión. Aunque nos suene extraño, aplicar una lógica más parecida a la repostería a la hora de preparar platos salados puede mejorar sustancialmente el sabor y la textura del resultado final.

El error típico que todos cometemos al hacer el sofrito

Durante su intervención en el programa Col·lapse de TV3, Adrià explicó que uno de los fallos más extendidos a la hora de cocinar es confiar demasiado en el ojo y no en la balanza. El chef subrayó que muchas personas pesan con todo detalle cuando hacen un bizcocho o un flan, pero a la hora de preparar un sofrito, que es igual o más importante en muchos platos, simplemente añaden “una cebolla y dos tomates”. Para él, esto es un error que impide que los ingredientes se integren como deberían y que el resultado sea equilibrado. Un sofrito, insiste, no son ingredientes al azar, sino cantidades concretas: por ejemplo, 100 gramos de cebolla y 80 gramos de tomate.

Ingredientes sofrito / Foto: Unsplash
Ingredientes del sofrito / Foto: Unsplash

Siguiendo esta lógica, Ferran Adrià propone aplicar la misma exactitud en las recetas saladas que usamos en las dulces. En su opinión, cuando se ajustan bien las proporciones del sofrito, el sabor se redondea, los aromas se intensifican y la textura final se vuelve mucho más apetecible. Esta técnica, lejos de ser propia solo de grandes cocinas, puede llevarse fácilmente a cualquier hogar, mejorando nuestros platos cotidianos con un gesto tan simple como pesar los ingredientes antes de cocinarlos.

Cebolla roja / Foto: Unsplash
Más ingredientes como la cebolla roja / Foto: Unsplash

El sofrito ideal requiere tiempo y mimo. Pochar lentamente la cebolla, usar tomate triturado bien colado, añadir un poco de miel para corregir la acidez, y dejar que todo se reduzca a fuego bajo durante al menos 40 minutos. Si además se incorpora un toque de laurel, tomillo o romero, el resultado es una base aromática y sabrosísima que se puede conservar varios días en la nevera o incluso congelar en porciones. Así que, si alguna vez te has preguntado por qué tu sofrito no sabe tan bien como el de un restaurante, quizás el secreto no esté en los ingredientes, sino en la balanza. Como bien dice Adrià, cocinar con precisión es una forma de respeto hacia el sabor. Y ahora que lo sabes, ya no hay excusa.