La temporada de melocotones es corta, dulce y muy esperada. Tal vez la más ansiada cuando hablamos de frutas o verduras y es que no hay nada como la explosión de jugo y aroma al hincarles el diente en pleno verano. Sin embargo, cada día es más habitual la conversación que gira sobre el hecho de que “los melocotones de hoy no saben como los de antes”. Y tal vez, en este caso, parte de la culpa sea nuestra. Hay un gesto que hacemos prácticamente todos que solo nos ayuda a arruinar por completo el sabor de la fruta preferida del verano: meter los melocotones en la nevera antes de tiempo.
El error que arruina el sabor de los melocotones
A temperaturas inferiores a 5 °C, las reacciones químicas que generan los deliciosos compuestos aromáticos se paralizan y la pulpa se vuelve firme y harinosa. El resultado es un melocotón duro, insípido y sin su característico perfume estival. Así, en tu próxima visita a la frutería, busca piezas sin zonas verdes, que no estén muy duros y con un aroma que nos recuerde, precisamente, a un melocotón. Evita los ejemplares excesivamente duros —esos suelen haberse recolectado aún verdes para soportar mejor el transporte sin pensar en el sabor— y, una vez en casa, olvida la tentación de guardarlos en el cajón frío. Colócalos en una bolsa de papel a temperatura ambiente, en un rincón bien ventilado. Gracias al etileno que desprenden, madurarán de manera uniforme en uno o dos días y desarrollarán todo su carácter.

Solo cuando sientas que el melocotón está a punto de pasarse merece la pena meterlo en la nevera, y únicamente si no vas a consumirlo de inmediato. En ese caso, guárdalo un máximo de 48 horas a 4 °C para ralentizar su descomposición sin alterar sus aromas. Eso sí, antes de servirlo, deja que repose 15 minutos fuera del frío, ese breve tiempo a temperatura ambiente permitirá que se reactive la liberación de jugos y perfumes, devolviéndole su gracia.
Más pautas a corregir: un toque de maestro
El frío es el más común, pero no el único que comentemos. Apunta esta lista. En primer lugar, apilarlos en plástico. La humedad atrapada favorece la aparición de manchas y pudrición en los puntos de presión. Mejor, en una bandeja o caja abierta. Servirlos helados. Entre bocado y bocado, refrescamos la boca, pero el frío vuelve a callar los matices. Sacarlos del frigorífico y comerlos demasiado fríos nos deja sin sabor. Comprar “por si acaso”. Tener siempre de reserva melocotones verdes no es sinónimo de un gran stock, sino de muchas piezas que nunca llegarán a ser sabrosas.

Si quieres ir un paso más allá y realzar todavía más su sabor, prueba estas dos técnicas que marcan la diferencia. Macerado exprés: corta el melocotón en gajos y déjalos reposar 10 min en un bol con un hilo de miel y unas hojas de menta fresca. La miel potencia sus azúcares naturales y la menta aporta un contrapunto refrescante. Asado ligero: sombrea la parrilla o la plancha y coloca los melocotones, con la piel hacia abajo, durante 2 min. El calor suave carameliza su superficie sin endurecer el interior, liberando notas ahumadas y profundizando el sabor. Con todos estos trucos, este verano no vas a querer dejar de comer melocotones.