Hay dulces que no solo llenan la boca de sabor, sino también la memoria de imágenes, voces y rincones que creíamos casi olvidados, y uno de ellos son los pastissets, ese bocado tan humilde como evocador que forma parte del paisaje emocional de quienes han crecido en les Terres de l’Ebre y otras comarcas vecinas. Lo más fascinante de este dulce, tal como recuerda el creador de contenido @loparlar_tortosi en Instagram, es que tiene un origen medieval, documentado ya en el siglo XV, y, sin embargo, sigue siendo capaz de transportarte a la infancia con la misma facilidad con la que el aroma del horno llenaba las casas de pueblo. Su sabor, su textura y su aspecto rústico conectan pasado y presente, convirtiéndose en un símbolo delicioso de continuidad cultural y de cocina transmitida de generación en generación.
El dulce de les Terres de l'Ebre que tienen origen medieval
Los pastissets no son exclusivos de una sola zona, aunque en cada lugar adquieren matices propios. Son típicos de les Terres de l’Ebre, pero también de els Ports, el Maestrat, la Ribera del Xúquer, la Marina e incluso de algunas áreas de Mallorca. En ciertos territorios se les conoce con el nombre de casqueta, una denominación que tiene una explicación muy curiosa: la palabra se refiere a la dureza de su capa exterior, una corteza firme que en épocas antiguas costaba masticar y que contrastaba con su interior suave y dulce. Hoy en día las masas son más delicadas, más mantecosas y menos duras, pero ese nombre ha sobrevivido porque la tradición, igual que la memoria gustativa, casi nunca desaparece.
Según recuerda este creador, estas delicias aparecen mencionadas en el Espill de Jaume Roig, un texto del siglo XV que demuestra que ya entonces formaban parte del recetario cotidiano. Lo curioso es que, pese a los siglos transcurridos, la esencia del dulce apenas ha variado: una masa fina, ligeramente crujiente, que envuelve un relleno dulce y aromático. El más tradicional es el de cabello de ángel, ese relleno dorado y brillante obtenido de la calabaza confitada que tantas generaciones han probado sin saber que estaban degustando un legado culinario histórico.
La esencia de este dulce apenas ha variado: una masa fina y ligera y un relleno dulce
Aun así, los pastissets no se limitan a un solo relleno. También se elaboran con pasta de boniato, de naranja, o con mezclas que cambian según la época del año y la disponibilidad. La masa suele aromatizarse con anís, con ralladura de limón o con aceite de oliva suave, lo que aporta un perfume cálido y profundamente mediterráneo. El resultado es un dulce sencillo, pero con una identidad poderosa, que representa tanto la imaginación de la repostería tradicional como la fuerza de la cocina popular que se ha transmitido silenciosamente durante siglos. Comer un pastisset, al final, es abrir una pequeña ventana al pasado y comprobar que, pese al tiempo, hay sabores que siguen siendo exactamente como los recordábamos.
