Pocas especias despiertan tanto misterio como la nuez moscada, esa que usamos en el puré de patatas, en los ñoquis o incluso en postres y cócteles, sin saber muy bien de dónde viene. En realidad, la historia detrás de este condimento tan aromático es fascinante. La cuenta de Instagram @derechoviejo_ nos recuerda un dato que sorprende a muchos: la nuez moscada no es una nuez. Proviene del árbol Myristica, un árbol tropical de hojas brillantes y flores pequeñas que da unos frutos rojizos de aspecto exótico. Dentro de esos frutos se esconde la verdadera joya: una semilla marrón que, al secarse, se convierte en la especia que todos conocemos.

¿Cómo se llama el árbol de la nuez moscada?

Este fruto, sin embargo, guarda un doble tesoro. La semilla es la nuez moscada, pero antes de llegar a ella hay una capa rojiza que la envuelve como si fuera un velo de seda. Esa capa recibe el nombre de macis, y aunque muchos la ignoran, es también una especia muy apreciada y, de hecho, más cotizada que la propia nuez moscada. Su sabor es más delicado, más floral y ligeramente dulce, y en la alta gastronomía se utiliza para dar matices elegantes a salsas, cremas o incluso licores.

El macis es una parte aún más apreciada y cotizada que la nuez moscada

El árbol Myristica fragrans, originario de las Islas Molucas, en Indonesia, puede alcanzar más de diez metros de altura y fue durante siglos el centro de una guerra comercial. Portugueses, holandeses e ingleses se disputaron su control, porque en el siglo XVII la nuez moscada valía su peso en oro. No solo por su aroma, sino porque se creía que tenía propiedades curativas y afrodisíacas. De hecho, en la Edad Media se usaba para hacer perfumes, ungüentos y hasta como amuleto contra enfermedades.

Hoy, la nuez moscada sigue siendo un ingrediente esencial en muchas cocinas del mundo. En Europa la asociamos con platos de invierno y salsas cremosas como la bechamel, mientras que en Asia se usa en mezclas de especias como el garam masala o el curry. Su aroma cálido y ligeramente dulce la hace única, pero también potente: basta una pizca para transformar un plato.

 

 

Lo más curioso es que tanto la nuez moscada como el macis provienen del mismo fruto, una auténtica maravilla botánica que combina fuerza y sutileza en un solo origen. Así que la próxima vez que ralles un poco sobre tus ñoquis o tu puré, recuerda que lo que tienes entre manos no es una simple especia: es el resultado de siglos de historia, comercio y cultura, nacido de un árbol tropical que, con sus frutos rojos y su corazón perfumado, sigue conquistando paladares en todo el mundo.

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La nuez moscada que conocemos es el resultado de rallar esta semilla / Foto: Unsplash

No podemos olvidar tampoco que tanto la nuez moscada como el macis deben usarse con moderación. Aunque su aroma es irresistible, en grandes cantidades pueden resultar tóxicas debido a un compuesto llamado miristicina, presente de forma natural en la semilla. Por eso, los grandes chefs y reposteros siempre insisten en rallarla al momento y en pequeñas dosis, para aprovechar al máximo su perfume sin alterar el equilibrio del plato. Un simple toque basta para llenar de calidez una crema, un guiso o un postre. Un pequeño fruto con una historia inmensa y un poder aromático que sigue siendo, aún hoy, uno de los secretos mejor guardados de la cocina.