Tal día como hoy del año 1524, hace 500 años, en algunas ciudades de la Europa atlántica se produjeron grandes escenas de pánico, con el abandono repentino de casas y de comercios y la huida caótica de miles de personas hacia las colinas y elevaciones más próximas a estos núcleos demográficos. Aquellos incidentes fueron causados por el anuncio del fin del mundo que los más prestigiosos astrólogos de Inglaterra habían profetizado que se produciría el día 1 de febrero de 1524, en forma de lluvias torrenciales y de grandes inundaciones. Aquella profecía caló con mucha fuerza porque las ciudades de las costas de Bretaña, de Normandía, de los Países Bajos, de Dinamarca y del sur y del este de Inglaterra tenían una larga y siniestra experiencia en grandes inundaciones que, en el transcurso de la historia, habían provocado miles de muertos.

Muchas ciudades de estas costas vivieron abandonos masivos seguidos de saqueos en manos de delincuentes locales. La ciudad donde se produjeron las escenas de histeria más intensa y desorden más caótico fue Londres. La capital de Inglaterra tenía 120.000 habitantes. Era la tercera urbe europea, por detrás de París (225.000 habitantes) y Nápoles (125.000 habitantes) y ligeramente por encima de València y Sevilla (100.000 habitantes y los principales núcleos demográficos de la península Ibérica). Según las fuentes documentales coetáneas y la estimación calculada por la investigación moderna, durante la madrugada del 1 de febrero de 1524, unas 20.000 personas abandonaron precipitadamente Londres (casi el 20% de la población); principalmente, los vecinos de los barrios situados en el arenal del río Támesis, entre el Palacio de Westminster al oeste y la Torre de Londres al este.

Las Letters of denization (las cartas de naturalización) registradas a caballo entre los siglos XV y XVI revelan que los barrios que sufrieron el mayor abandono estaban poblados por comerciantes y fabricantes de origen extranjero (neerlandeses, bretones, franceses, alemanes, portugueses, catalanes, genoveses, venecianos, napolitanos, sicilianos, etc.) y fueron los más saqueados. Aquella oleada de violencia tenía el antecedente de un episodio idéntico que se había producido cinco años antes, pero que tenía una motivación xenófoba: el pogromo del Evil Day del 1 de mayo de 1517. En aquella ocasión, el papel político que había asumido la reina Catalina de Aragón (hija de Fernando el Católico y esposa de Enrique VIII de Inglaterra), que había intervenido para impedir la ejecución de los líderes del pogromo, abriría la puerta a nuevos episodios como el que se produciría durante la jornada de "el fin del mundo".