Tal día como hoy del año 1453, hace 572 años, el ejército del Imperio Otomano, comandado por el sultán Mehmet II, vencía las últimas resistencias de Constantinopla y conquistaba la ciudad y capital del Imperio Bizantino. Con la caída de Constantinopla —amenazada por el avance otomano desde el siglo anterior— se ponía fin al Imperio Romano de Oriente, una entidad política creada a partir del testamento del emperador Teodosio I (395), que dividió el Imperio Romano en dos partes y legó la mitad occidental a Honorio y la mitad oriental a Arcadio. La hija de Teodosio y hermana de Honorio y Arcadio sería Gala Placidia, que sería reina de la monarquía visigótica establecida sobre las provincias de la Tarraconense y de la Narbonense y que se gobernaría desde Barcelona (415).
El Imperio Romano de Oriente, también conocido como Imperio Bizantino (por el nombre histórico de su capital Constantinopla, anteriormente denominada Bizancio) sobrevivió a la caída y la fragmentación del Imperio Romano de Occidente (410-475). Incluso, durante los siglos VI y VII se convirtió en la primera potencia del Mediterráneo. Constantinopla alcanzó la cifra de un millón de habitantes, y el Imperio de Oriente no solo defendió con éxito sus fronteras, sino que además desafió a los nuevos poderes militares germánicos establecidos en el Mediterráneo (visigodos y ostrogodos) y ocupó amplios territorios en el sureste de las penínsulas Ibérica (exarcado de Spania) e Itálica (exarcado de Ravena). El objetivo de los emperadores de aquella época era restablecer los dominios del antiguo Imperio Romano.
Pero la irrupción de los árabes en el mundo mediterráneo (finales del siglo VII) alteró aquel escenario. Y a partir del año 1000 fue cediendo, progresivamente, territorios a otros dominios. La Europa feudal de la época, dominada por una voraz clase militar, puso el objetivo en un imperio que ya había escrito las mejores páginas de su historia. A principios del siglo XIV, los almogávares catalanes ocuparon una parte del Imperio Bizantino y crearon dos ducados independientes (Atenas y Neopatria). Y a principios del siglo XV, el Imperio Romano había quedado reducido, prácticamente, a la ciudad de Constantinopla. En el asalto final de los otomanos, murió Constantino IX Paleólogo, el último emperador romano de la historia.