Tal día como hoy del año 1688, hace 337 años, en Turín (entonces capital del ducado independiente de Piamonte), nacía María Luisa de Saboya, la tercera hija de Víctor Amadeo II de Saboya, duque independiente de Piamonte, y de Ana María de Orleans, sobrina del rey Luis XIV de Francia (hija de Felipe de Orleans, hermano pequeño del monarca francés). Pocos años después, cuando solo tenía trece años, fue casada con su primo segundo Felipe de Anjou (1701), que en aquel momento ya era rey de las Españas y gobernaba como Felipe V. María Luisa y Felipe estuvieron casados en el contexto prebélico que precedería la Guerra de Sucesión hispánica (1701-1715) y en el marco de la fabricación de los bloques que acabarían combatiendo en aquel conflicto.

María Luisa y Felipe fueron casados en Figueres (3 de noviembre de 1701). El porqué obedecía a que Felipe V estaba en Barcelona negociando las Cortes (el pacto bilateral secular que presidía las relaciones entre Catalunya y el poder central) y María Luisa pondría los pies a los dominios hispánicos por el Empordà. La pareja real estuvo en Barcelona durante dos meses largos y en el transcurso de esta estancia se iniciaría la mala relación entre la reina y los catalanes. El Dietari de la Generalitat consigna varias interrupciones de las Cortes causadas por una "indisposición" del rey. Se consigna un diagnóstico de fiebres tercianas, pero se apunta la sospecha de una enfermedad mental —que se pondría de manifiesto más adelante—, que sería el motivo de disputa entre los reyes hispánicos y los médicos catalanes.

María Luisa detestaría profundamente a los catalanes porque siempre fueron los causantes de los ridículos más espantosos de su marido. Y cuando Francia e Inglaterra iniciaron las negociaciones de paz —al margen del resto de contendientes (Utrecht, 1713)—, que contemplaban la conservación del edificio político foral catalán —y que implicaba que los catalanes pidieran perdón por la revolución de 1705 (el cese del Borbón como conde de Barcelona)—, María Luisa se despachó proclamando "antes que perdonar a los catalanes, soy capaz de tirar a mis hijos por el balcón de palacio", que impidió una salida negociada del conflicto, que masacró el aparato productivo catalán y que causó miles de víctimas civiles catalanas.

María Luisa nunca vio a los catalanes derrotados y humillados, enfermó de escrófulas, y los médicos de palacio —que eran castellanos— la raparon al cero para detener la enfermedad. Las fuentes documentales revelan que la reina adquirió un aspecto grotesco, con la cabeza y la cara llenas de protuberancias. Los médicos de la corte, asustados, le prescribirían reposo absoluto, pero Felipe V, que tenía adicción al sexo, la seguiría visitando cada noche para tener relaciones sexuales. María Luisa murió consumida y se pudriría ultrajada, porque Felipe V, antes de entrar en Barcelona (septiembre de 1714), conservaría durante semanas su cadáver para seguir teniendo relaciones sexuales con ella.