Tal día como hoy del año 1715, hace 302 años, Francisco Pío de Saboya y Moura, capitán general del ejército borbónico en Catalunya y máxima autoridad del nuevo régimen, dictaba las primeras órdenes de destierro contra personas que habían tenido responsabilidades en la gestión de la defensa de Barcelona durante el asedio de 1713-1714. Estas órdenes de destierro eran del tercer nivel punitivo, que la administración borbónica aplicaba a los dirigentes de la defensa de Barcelona por debajo de las ejecuciones y los encarcelamientos. En cualquiera de los casos, venían precedidas por las órdenes de confiscación de patrimonios, las cuales dejaban a la familia del afectado en una situación de miseria absoluta.

Pío de Saboya, que durante su gobierno ordenaría el desahucio de los vecinos y el soterramiento de las casas del barrio barcelonés de la Ribera para emplazar la Ciutadella, alcanzó una macabra celebridad por la extrema dureza que utilizó en la represión de los focos de resistencia austriacista de la posguerra (a partir de 1714). Pío de Saboya sometería Catalunya a un régimen de terror dominado por los depredadores y los delatores del régimen, ordenaría miles de detenciones, torturas y encarcelamientos, y en su calidad de máxima autoridad política, militar y judicial en la Catalunya ocupada, firmaría centenares de condenas en juicios sin garantías procesales.

Las primeras órdenes de destierro fueron dictadas contra Salvador de Tamarit i de Vilanova, desterrado en Valladolid (Castilla); Carles de Ribera i Claramunt, desterrado en León (Castilla), y Josep Antoni de Ribera i Claramunt, desterrado en Burgos (Castilla). Habían sido capitanes de la Coronela de Barcelona durante el asedio borbónico de 1713-1714 y, posteriormente a la ocupación militar, habían sido acusados y condenados por conspirar contra el régimen. Conseguirían devolver y recuperar parte de su patrimonio pasados once años, después del Tratado de Viena (1725), el cual ponía fin, definitivamente, al conflicto entre Habsburgos y Borbones. Morirían en edad avanzada en Barcelona.

Pío de Saboya, en cambio, moriría en Madrid (1723) dos años antes de la firma de los acuerdos políticos de Viena, ahogado en un torrente de barro formado por una fuerte e inesperada tormenta que le sorprendió al salir de la fiesta de cumpleaños del conde de Oñate. Las extraordinarias circunstancias que provocaron la muerte de Pío de Saboya, especialmente odiado en Catalunya, alimentarían el rumor de la maldición catalana, un mito que tenía el origen en los reinados de Felipe IV —que había masacrado a los catalanes en la guerra de los Segadores (1640-1652)— y de Carlos II —el último Habsburgo hispánico (1665-1700)—, el cual, después de no conseguir engendrar descendencia, había llenado la corte de Madrid de brujos y hechiceras.