Tal día como hoy del año 1307, hace 713 años, el conde-rey Jaime II, llamado el Justo, ordenaba la detención y encarcelamiento de todos los miembros de la Orden del Templo que residían en los países de la corona catalanoaragonesa. Aquellas detenciones y encarcelamientos vendrían acompañados de la orden de confiscación de todos los bienes de la Orden del Templo situados dentro de los dominios del conde-rey Jaime. De esta manera, se ponía fin a casi dos siglos de existencia de los templarios en la corona catalanoaragonesa y de intensa colaboración con la cancillería real de Barcelona.

Los templarios tenían una extensa red de dominios (denominados encomiendas) distribuidos por toda la corona catalanoaragonesa. En el Principat, destacaban las encomiendas situadas en el territorio de la Catalunya Nova: en el valle del Ebro y a las llanuras occidentales del país. Y en el País Valencià, los templarios tenían uno de los dominios más extensos del continente europeo: buena parte del territorio de las actuales comarcas de Els Ports y el Maestrat, desde la línea de la costa hasta las proximidades de la cordillera Ibérica, que actuaba como un estado dentro de otro estado.

En un principio, la cancillería de Barcelona se opuso a la persecución de los templarios, pero después de los interrogatorios, torturas y juicios inculpatorios perpetrados en Francia entre marzo y octubre de 1307 se precipitó su persecución en la corona catalanoaragonesa. El destino del patrimonio dinerario que fue confiscado todavía hoy es uno de los grandes interrogantes de la historia, pero todo apunta a que fue a parar a las arcas reales catalanoaragonesas. En cambio, las extensísimas encomiendas repartidas por todos los dominios de Jaime II fueron entregadas a la Orden de San Juan del Hospital (los caballeros hospitalarios).