Tal día como hoy del año 1462, hace 559 años, y en el contexto de la primera guerra civil catalana (1462-1472), la Generalitat (que en aquel momento ya era la máxima representación política del país) votaba la destitución de Juan II como conde de Barcelona y hombre principal de Catalunya. Aquella destitución era la culminación de un conflicto civil que enfrentaba a la Generalitat (en aquel momento controlada por los estamentos nobiliario y eclesiástico) con la institución de la corona (que tenía el apoyo de las clases mercantiles y de los campesinos de remensa).

Aquella destitución se fundamentó, jurídicamente, en el incumplimiento de los pactos seculares entre el soberano y la representación política del país; que, en el caso de Catalunya, se remontaban a la centuria del año 1000, en tiempo de la Revolución Feudal. Juan II era un soberano autoritario y protoabsolutista que ponía en práctica políticas dirigidas a erosionar el poder de la nobleza y de la Iglesia (las otras dos patas del poder en el dibujo clásico del régimen feudal), con el clarísimo propósito de reforzar la institución de la corona y, de forma progresiva, concentrar todo el poder sobre su persona.

Pero los diputados y oyentes de la Generalitat que votaron aquella destitución no quisieron ir más allá y no se quisieron arriesgar a una batalla legitimista. Por este motivo, buscaron a un descendiente de Fernando de Antequera, el Trastámara entronizado después del Compromiso de Caspe (1412), y se decidieron por el rey Enrique IV de Castilla —llamado el Impotente—. Enrique aceptó el ofrecimiento y durante unos meses —hasta su renuncia— Catalunya estuvo vinculada a Castilla. Esta situación se produjo siete años antes del matrimonio de Fernando e Isabel (1469), futuros reyes de la monarquía hispánica.