Tal día como hoy del año 1919, hace 100 años, se celebraba un mitin en la plaza de toros de Las Arenas ―en Barcelona―, organizado por los sindicatos que habían convocado la huelga de La Canadiense, para informar a los trabajadores de los acuerdos alcanzados entre los representantes de los trabajadores, los de la patronal y los del Gobierno. En aquel acto, según la mayoría de las fuentes, se congregaron 25.000 personas, que escucharían las locuciones de los líderes de la CNT Salvador Seguí i Rubinat el Noi del Sucre, Simó Piera i Pagès, Joan Peiró i Belis y Àngel Pestaña i Núñez, que proclamaban que la principal reivindicación de aquella huelga se había ganado: Catalunya sería el primer país de Europa a aplicar la jornada laboral de ocho horas.

Aquel mitin ―como lo había sido la huelga― fue un desafío a la posición hegemónica de la Lliga Regionalista ―liderada entonces por Puig i Cadafalch y Cambó―, que desde la muerte de Prat de la Riba (1917) había escorado sustancialmente hacia la derecha. Poco antes, El Noi del Sucre ―la figura más destacada del movimiento obrero catalán del primer cuarto del siglo XX― había proclamado: "Somos y seremos contrarios a estos señores que pretenden monopolizar la política catalana no para alcanzar la libertad por Catalunya, sino para defender mejor sus intereses de clase (...) en cambio, nosotros, los trabajadores (...) con una Catalunya independiente no perderíamos nada, sino al contrario, ganaríamos mucho (...) la independencia de nuestra tierra no nos da miedo".

La huelga de La Canadiense concluyó, también, cuando la patronal y el Gobierno aceptaron los otros puntos principales de las reivindicaciones obreras: liberación de los trabajadores encarcelados por la represión policial y militar desatada por el Gobierno (unos 4.000), incrementos salariales para hacer frente a la crisis de consumo que afectaba al estado español después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), reconocimiento de la capacidad legal de los sindicatos en la negociación de los conflictos y readmisión de todos trabajadores despedidos por el simple hecho de haber secundado la huelga. No obstante, el Gobierno mantendría encarcelados a algunos de los líderes sindicales hasta finales del año 1919 e, incluso, consta que en algunos casos aplicaría la "ley de fugas".