Tal día como hoy del año 1871, hace 154 años, se iniciaba un gran incendio que ardería durante dos días y que calcinaría la totalidad de Chicago, en ese momento una ciudad de 340.000 habitantes, trazada sobre 90 kilómetros de calles pavimentadas con trozos de pino y mil kilómetros de aceras de madera. Todos los puentes que salvaban los riachuelos que cruzaban el núcleo principal de la ciudad eran de madera y se calcula que 40.000 de los 60.000 edificios de la ciudad eran de madera. Según las fuentes documentales, Chicago se convirtió en una gran antorcha que ardió durante dos días y que después de arrasar la ciudad dejó un balance de unas 300 víctimas mortales, aunque algunas investigaciones más recientes hablan de hasta 5.000 muertos.

Aquel incendio se originó a las 21.00 horas del domingo 8 de octubre, en el establo de la vaquería O’Leary, situada en la calle De Koven, 137 (muy cerca de la actual estación central de ferrocarril). Sería un vecino de los O’Leary, William Lee, el primero en dar la alarma. Según la primera versión, el fuego se habría iniciado cuando una vaca tiró al suelo una linterna. Pero enseguida, la prensa que había publicado esta primera versión reconoció que era inventada. Mientras tanto, las autoridades detenían a Dennis Sullivan, un trabajador de los O’Leary que se había encerrado en el establo para emborracharse y lo acusaban de provocar el incendio. No obstante, los bomberos no pudieron determinar exactamente su causa y Sullivan acabaría liberado.

La propagación de aquel gran incendio fue por la suma de varias causas. La primera sería los materiales inflamables con los que estaban construidas las casas (algunos edificios, de cinco, seis y siete plantas, eran de madera), las aceras y el pavimento viario. A todo ello se sumó una cadena de errores. La alarma antiincendios no sonó en el parque de bomberos. El telegrafista de guardia de la oficina de Correos, situada a pocos metros del origen del incendio, no dio importancia al resplandor y al humo y no informó de lo que sucedía. Cuando los bomberos pudieron actuar, ya era demasiado tarde. El fuego no solo se había extendido con una gran violencia y ya era incontrolable, sino que además había destruido el depósito de agua para proveerse.

Después de aquel incendio, la ciudad fue reconstruida totalmente, pero se prescindió de la madera y todos los edificios se alzaron con ladrillo.