Pues todo apunta a que lo que pretende deshojar Pedro Sánchez en las próximas horas no es una margarita, sino un cactus con espinas de las que ya se clavó unas cuantas la semana pasada. El presidente del Gobierno, acostumbrado a no dar su brazo a torcer hasta el último minuto, se encuentra en medio de un auténtico fuego cruzado después del sonado fracaso en el Congreso de los Diputados de su decreto ómnibus, ese trasatlántico jurídico en el que parece caber todo y al que el Gobierno se encomienda cuando carece de mayorías parlamentarias para sacar leyes como los presupuestos. En un lado, su socio de gobierno, Sumar, que le exige que este martes en Consejo de Ministros vuelva a tramitar íntegramente el real decreto que rechazaron las Cortes. La vicepresidenta Yolanda Díaz debe considerar que lo mejor para satisfacer a los ciudadanos que esperan la revalorización de las pensiones y del ingreso mínimo vital, y las ayudas al transporte público y para los damnificados de la DANA es un nuevo decreto ómnibus que solo tiene números para volver a fracasar.
En el otro lado, Junts per Catalunya convencido de que no se va a tragar un sapo y poner buena cara después de las cosas que se han dicho y de los mensajes públicos que han realizado. No es no, insisten en Junts, desconcertados por el empecinamiento de quien no tiene los votos para mantener una actitud tan beligerante. Y, en medio de todo ello, Sánchez, que empezó deshojando una margarita y ha acabado con un cactus en medio de las manos. Hacia la izquierda, va con los números actuales en dirección al precipicio, por más que Sumar y Podemos, en esta ocasión, estén de acuerdo en la urgencia de un nuevo real decreto idéntico y negociar después. Hacia la derecha, es evidenciar la incómoda realidad de que no tiene mayoría parlamentaria para sacar las cosas solo porque sí. No moverse y esperar puede parecer un mal menor, pero con los días acabar siendo un mal mayor si, como parece, el PSOE no es capaz de encontrar una salida en los días sucesivos. Interesante la posición del exjefe de gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo, que ha considerado un error la presentación la semana pasada por parte del gobierno español del decreto ómnibus y que recoge algo de una lógica aplastante, por más que se practique muy poco: sin mayoría absoluta de nadie, se tiene que pactar todo.
Hacia la izquierda, Sánchez va con los números actuales en dirección al precipicio. Hacia la derecha, es evidenciar la incómoda realidad de que no tiene mayoría parlamentaria para sacar las cosas solo porque sí
No deja de tener una cierta gracia que se ponga como anzuelo a Junts para votar el decreto el traspaso integral de la inmigración. Si la hemeroteca sirve para alguna cosa, vale la pena ir a ello y ver lo que se decía el 10 de enero de 2024, hace más de un año, cuando en el Congreso se aprobaba otro decreto ómnibus —de nombre periodístico decreto anticrisis— que incluía reformas en la Justicia y en la Función Pública, régimen local y mecenazgo e incluía puntos fundamentales para que el Gobierno pudiera solicitar el cuarto desembolso de los fondos europeos de recuperación, dotado con 10.000 millones de euros. La votación la salvó el gobierno español con la aprobación de la cesión integral de las competencias en materia de Inmigración a la Generalitat y la publicación inmediata de las balanzas fiscales. Volver el 2025 con lo que se aprobó en 2024 y no se ha cumplido realmente tiene un mérito enorme porque parte de la base de pensar que todo se puede ofrecer varias veces y no cumplirse nunca.
Situadas las cartas encima de la mesa, vamos a ver qué camino acaba tomando el presidente del gobierno. Con la decisión que adopte, quizás podremos intuir hacia dónde va la legislatura. No tanto por su duración, pues eso depende exclusivamente de Pedro Sánchez y solo ha enviado mensajes de que piensa completar los cuatro años, hasta julio de 2027, sino por los márgenes para recomponer la mayoría de investidura, hecha añicos en estos momentos. El empecinarse a veces está reñido con razonar. Sobre todo cuando los jinetes que se han encargado de correr los primeros 17 meses desde las elecciones de 2023 han llegado a este tramo de la legislatura exhaustos, o solo son un problema añadido a las dificultades, como es el caso del ministro Fernando Grande-Marlaska, actualmente Míster no, y que no se sabe si hace política por cuenta propia o es el poli malo de Sánchez para que, en su negociado, las cosas muchas veces no vayan ni hacia adelante ni hacia atrás. Eso en un momento en que el tiempo ha pasado a ser importante. Tanto que una margarita ha acabado siendo un cactus.