Por quinta vez desde que Donald Trump es presidente de los Estados Unidos, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, visitará la Casa Blanca. Dos aliados enemistados, cada uno con buena parte del resto del planeta, abordarán la situación en la Franja de Gaza entre mensajes contradictorios de Trump. Un día anima a Israel a proseguir la invasión de Gaza, e incluso llega a publicar un vídeo generado con inteligencia artificial en el que se ven edificios de lujo e incluso un hotel de la cadena Trump, y al día siguiente se erige en patrocinador de una paz casi imposible y que este domingo el ministro de Sanidad de Gaza cifró en 66.000 palestinos, los muertos de la invasión de Israel para acabar con Hamás.

El presidente norteamericano ha señalado en las últimas horas que tiene un plan de paz para la Franja de Gaza consistente en 21 puntos y que está convencido de que convencerá a Netanyahu. El primer punto es la entrega de los rehenes por parte de Hamás en 48 horas y habría una retirada progresiva de Israel. El plan también negaría a Hamás cualquier papel futuro en la gobernanza de Gaza. Sobre el terreno habría dos tipos de gobernanza, un organismo internacional de alcance general y un comité palestino. De hecho, el importante sería el primero y tampoco se establecería un plazo en que los palestinos se harían cargo del poder en el territorio.

Hamás ni se ha pronunciado y se ha limitado a señalar que no ha recibido ninguna propuesta de Trump. Israel ya dejó claro en Naciones Unidas a mediados de esta semana que no daría un paso atrás y que la guerra continuaría hasta que se hubiera hecho con el control absoluto del territorio. Si esas son realmente las posiciones de Trump, Netanyahu y Hamás, todo apunta a que estamos, una vez más, en medio de una guerra dialéctica por el relato, ya que la propuesta del presidente norteamericano tiene demasiadas lagunas para considerarla materializable y tomarla absolutamente en serio, al menos, en el corto plazo.

Acabar la invasión de Gaza sería relativamente sencillo si Trump quisiera

A lo mejor estamos en algo tan habitual en la política en que la incomodidad se expresa con propuestas más que con acciones directas. Es evidente que hay una enorme incomodidad, en muchas cancillerías, por la libertad de Netanyahu a hacer realmente lo que le da la gana ante la mirada permisiva de la Administración Trump. Porque todo el mundo sabe que el primer ministro israelí no hace la guerra por su cuenta y que Estados Unidos le da permanentemente la cobertura internacional que precisa. Acabar la invasión de Gaza sería relativamente sencillo si Trump quisiera, pero el inquilino de la Casa Blanca ha hecho entre poco y nada por más que con su bravuconería en muchas ocasiones aparezca diciendo lo contrario de lo que hace. 

Como tampoco ha quedado nada de su encuentro en Alaska el pasado 15 de agosto con Vladímir Putin, en que iba a propiciar un alto el fuego en Ucrania y del que ya nadie se acuerda. Y hoy es buen día para recordarlo después de que Rusia haya realizado un ataque masivo con drones en Kiev, en el que han muerto cuatro personas.