La vacía agenda del reencuentro, que tantas veces ha vendido Pedro Sánchez sin concretar nada, es la única referencia al conflicto catalán que se puede leer en la ponencia marco del 40º congreso del PSOE que se celebrará en octubre en Valencia. El reencuentro empieza a ser el mismo concepto vago que durante años fue el federalismo y que llenó páginas y páginas de diarios así como horas de debate en medios audiovisuales para acabar en nada porque no era nada. Un señuelo para ganar tiempo y aparentar que los socialistas sí tenían un modelo de España propio a diferencia de la derecha y la derecha extrema, que lo que quieren es volver a un estado aún más centralista.

Quizás haya algún socialista que sí sea capaz de plantear una España diferente pero o no está en el PSOE o no pinta nada. España es irreformable en su arquitectura fundamental y el conflicto catalán no ha hecho más que servir como espejo de que esto es así. Por eso no puede haber una propuesta específica para Catalunya ya que no hay ni las mayorías suficientes en el PSOE ni mucho menos en España. Sánchez lo sabe, bien que lo sabe, y el cambio de gobierno que ha efectuado recientemente no es una apertura hacia una vía más transitable para solucionar el conflicto catalán. Al revés. Empresarios que han conversado recientemente con el presidente del Gobierno han intuido que, nombrado un nuevo Ejecutivo y activado el botón automático de las elecciones municipales y autonómicas de 2023, la carpeta catalana ya no está en la agenda de la Moncloa o ha quedado sepultada por otras más urgentes.

"El presidente quiere hablar de viejas transferencias que hay en el Estatut, infraestructuras y dinero, que los fondos europeos darán mucho juego. Lo demás ya es el pasado y no va a caer en ninguna emboscada. Los agentes empresariales y sindicales catalanes, representantes de la sociedad civil con los que ha hablado y los principales medios de comunicación catalanes están de acuerdo. De aquí no se va a mover". Esta es la síntesis de una conversación explicada hace unos días por una persona que así lo ha escuchado en Moncloa. El cambio de Félix Bolaños en sustitución de Iván Redondo como hombre más cercano a Pedro Sánchez ha alejado las pocas opciones imaginativas que habrían podido ser utilizadas -eso decían, aunque difícilmente se hubieran concretado- y se vuelve a una estrategia de pura ortodoxia socialista.

¿Podrá casar este esquema con la mesa de diálogo con Catalunya y la fragilidad parlamentaria en el Congreso de los Diputados? El PSOE lo va a intentar ya que por otro lado un incendio político relevante con Catalunya también tendría consecuencias. Perdida electoralmente Madrid, asentado el PP en Andalucía y en Galicia, es indispensable para los socialistas hacerse fuertes en Catalunya y convertirla en su granero de votos en las municipales y en las españolas. En esa labor esta Salvador Illa, que ya vuelve a tener la máquina del PSC engrasada como en los mejores tiempos.

El tiempo que transcurra sin una agenda propia del independentismo sirve sobre todo para eso: para que el unionismo se refuerce y el PSC sea su partido hegemónico. De tan sencillo de ver que es, sorprende cómo los partidos, en sus cuitas permanentes y cansinas, sigan mirando al tendido disfrutando con sus eternos navajeos.