Han pasado prácticamente desapercibidas unas declaraciones en las que un miembro importante de la dirección de Junts, el vicepresidente Antoni Castellà, planteaba en una entrevista radiofónica la posibilidad de una moción de censura instrumental al presidente Pedro Sánchez sin que el candidato a la presidencia del Gobierno fuera el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Es verdad que Castellà añadió que Junts no estaba aquí en estos momentos, pero la piedra ya estaba lanzada y no sería extraño que en la discreta cumbre del partido de Carles Puigdemont celebrada este jueves en Bruselas la cuestión hubiera salido de una manera u otra. El tiempo lo dirá, en todo caso, ya que lo único que ha pasado es que la cuestión ha aterrizado como un obús en algunos despachos de Madrid, que tampoco saben muy bien si creérselo o descartarlo. ¿En qué medida sale ese tema ahora, en un momento en que Feijóo queda, según las encuestas, dependiente de Vox, ya que el PP no despega el vuelo para poder zafarse de la ultraderecha?

He recordado un artículo de Gonzalo Boye publicado en este diario a la vuelta de vacaciones, que escoció lo suyo en las filas socialistas y que llevaba por título "Nuevo curso político, ¿más de lo mismo?". En él, desgranaba la degradación de sistema español y apuntaba que la debilidad institucional ya no era una percepción, sino una realidad palpable, con un gobierno en la Moncloa atrapado en mayorías volátiles, rodeado de causas judiciales y escándalos que minan su legitimidad. Y pronosticaba lo siguiente: "Los próximos meses estarán inevitablemente marcados por nuevos escándalos de corrupción —algunos con raíces incluso internacionales— y por la creciente erosión parlamentaria de un gobierno cada vez más frágil. El PP, si no deja atrás de inmediato el miedo, rectifica su estrategia y apuesta por una salida imaginativa —que combine visión estratégica, valentía, neutralidad y sentido de transición, es decir, que resulte asumible por todos— seguirá perdiendo crédito y escaños potenciales. Solo una propuesta capaz de superar la parálisis actual y abrir definitivamente el camino hacia unas nuevas elecciones podrá despejar el futuro. De lo contrario, Vox y sus imitadores catalanes continuarán capitalizando el descontento y copando titulares, aunque sin ofrecer respuestas reales".

Si hacemos el ejercicio de explorar qué sería una moción de censura instrumental, por utilizar la terminología empleada y tirar un poco del hilo, consistiría en encontrar un candidato aceptado por los tres partidos, que no debería tener ambiciones políticas a futuro, lo que obligaría a acordar una persona pública de más de 75 años, comprometida a convocar elecciones generales españolas en un plazo de alrededor de unos seis meses y, a ser posible, aprobar algunas cuestiones como quién sabe si algo tan imposible como unos presupuestos generales del Estado. Se piensa siempre en un gobierno tecnocrático, pero las variables serían infinitas. Pero ¿aceptaría el PP abrir este melón en estas condiciones? ¿Feijóo no sería un problema insalvable para esta ecuación? ¿O lo sería Vox y Abascal, pese a que el secretario general de la formación, Ignacio Garriga, abrió el pasado mes de septiembre el compás, cuando señaló en Palma que votaría una moción de censura con Junts, sin referirse ahora a líneas rojas? ¿O a Junts se le haría imposible un camino en esta dirección con compañeros de viaje tan incómodos?

¿Se le haría imposible a Junts un camino con compañeros de viajes tan incómodos como el PP y Vox?

¿Estamos, entonces, aquí? ¿Nos encaminamos en esta dirección? ¿Es esa la salida imaginativa que combina visión estratégica, valentía, neutralidad y sentido de transición y es asumible por todos? Hoy todo son interrogantes, pero la advertencia de los de Puigdemont se ha producido después del enésimo fracaso de la denominada mesa de negociación entre Junts y el PSOE reunida en Suiza hace unos pocos días y que solo sirvió para levantar acta de que las cosas siguen estando sin progreso alguno y que todo se sigue fiando a avances en los próximos meses. La carpeta de la amnistía, oficialidad del catalán en Europa y transferencia de la inmigración a la Generalitat sigue estando en rojo porque ninguno de los tres temas se mueve. El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero insiste en que los dos primeros temas pueden llegar a buen puerto en cuestión de muy pocos meses, pero la música tampoco es nueva y la desconfianza, infinita. El reciente debate de política general celebrado en el Parlament, la semana pasada, lejos de rebajar la tensión entre socialistas y juntaires la ha acrecentado.