Cuando este domingo el ayuntamiento de Barcelona recomendaba, a través de los medios de difusión de noticias a su alcance, a los usuarios del túnel de la plaza de Glòries que no lo utilizaran entre las 7.30 y las 9.30 para evitar lo peor, era fácil presagiar lo que iba a suceder este lunes: colas kilométricas, muchos nervios de los conductores por la posibilidad de llegar tarde a su lugar de trabajo y enorme caos. En definitiva, importantes molestias para todos aquellos que vinieran a la capital catalana en sentido Llobregat. Es evidente que uno tiene que formularse una elemental pregunta: ¿es justificable una obra de la envergadura que supone el túnel de Glòries, cuya construcción se ha demorado durante siete años y ha costado al erario público cientos de millones, para que la movilidad en coche por esta zona sea peor que antes?

Sabemos todos que Glòries no es precisamente un espacio fácil, que se han hecho en las últimas décadas numerosos intentos para mejorar la circulación y ninguno ha dado el resultado adecuado. Pero ello no tiene que ser excusa para semejante chapuza que entrará en los anales de un equipo político gobernando la ciudad con una gran ineptitud. Hace siete años que está al frente de la ciudad, con alguna pequeña oscilación, el duopolio Ada Colau-Jaume Collboni, porque aquí no hay una única formación al frente del equipo de gobierno, sino que desde el inicio del mandato están en componenda fraternal BComú y el PSC, aunque los segundos procuran estar solo en las fotos que les interesan ―Jocs d'Hivern y Copa América― y cargar sobre las espaldas de la alcaldesa aquellas en las que prefieren no figurar, lleva al frente de la ciudad. Siete años es un período más que suficiente para poder decir contundentemente que la de Colau y Collboni no ha sido una alianza puntual.

No hay ciudad importante en que la movilidad sea una cosa fácil o sencilla. Pasa en las principales capitales europeas, donde es, sin duda, uno de los retos más importantes que tienen los equipos de gobierno municipal. Al exalcalde Jordi Hereu la falta de perspectiva respecto al tranvía por la Diagonal y el momento para proponerlo le costó en las elecciones de 2011 el cargo que habían ocupado ininterrumpidamente los socialistas desde 1979. Se produjo un desencuentro importante entre las necesidades de la gente, un proyecto que no estaba maduro y la chapuza de la consulta de la Diagonal, en la que casi el 80% de los participantes votó en contra de tocar la avenida más importante de la ciudad. La popularidad de Hereu cayó al 4,1, porcentaje muy similar al que ahora tiene Colau, con el 4,2. Es un suspenso claro y las dos notas son de las peores que ha tenido un alcalde de Barcelona. Curiosamente, la nota que tiene Ernest Maragall es la que tenía Xavier Trias antes de llegar a la alcaldía.

Hace tiempo que Colau está en el período de descuento al frente del Ayuntamiento y todo parece indicar que los resortes que tuvo del establishment para cerrar el paso al republicano Maragall en 2019 no los tendrá ahora. En el Upper Diagonal, que se movilizó para impedir que el independentista Maragall llegara a la alcaldía, no es visto hoy como un problema por los sectores que lo preferirían antes que a Colau. Obviamente, mejor un PSC con Salvador Illa al frente o con Collboni, pero la operación Manuel Valls, que se repetirá en 2023 en formato Sandro Rosell o Santi Vila no será para afianzar a la alcaldesa de los comuns, sino para apoyar una alternativa a ser posible no independentista. El juego es el mismo de siempre y los financiadores, con alguna excepción de algún jugador nuevo con chequera suficiente, persiguen los mismos objetivos.