La presidenta Carme Forcadell y la consellera Dolors Bassa han vuelto este martes a dormir en prisión sabiendo que mañana no saldrán en régimen de semilibertad una vez el juez de vigilancia penitenciaria les ha anulado el tercer grado. Con esta decisión, los nueve presos y presas políticos catalanes —a los otros siete ya se les había retirado el pasado 9 de marzo— han  perdido la posibilidad de salir durante el día y volver a la prisión por la noche. La decisión del juez Jesús Ignacio Moncada se produce a instancias de un recurso de la Fiscalía, aquella que Pedro Sánchez dejó claro que dependía de él en una campaña electoral y al frente de la cual está María Dolores Delgado, a su vez exministra de Justicia socialista en un anterior gobierno. El Estado mantiene el pulso sin ánimo posible de reconducción del conflicto y ajeno al perfil bajo del independentismo, que incluso ayudó a Sánchez a ganar la moción de censura a Mariano Rajoy y después le invistió de nuevo presidente.

El autodenominado gobierno más progresista de la historia se ha desentendido del problema, por más que unos lo hacen sintiéndose ofendidos (Podemos) y otros (PSOE) a cara descubierta, como si fueran del PP o de Ciudadanos. En la resolución, el juez hace referencia de nuevo a que Forcadell y Bassa no han modificado su conducta delictiva, ya que continúan considerando que los hechos por los cuales han sido condenadas no son constitutivos de delito. Y que todavía no se puede garantizar que se hayan cumplido los objetivos de "reeducación y resociabilización". Después de tanto tiempo de prisión injusta e impropia de un estado de derecho, se sigue considerando que los objetivos de reeducación y de resociabilización no se han cumplido.

Forcadell y Bassa han reclamado a las personas que les han ido a despedir a las puertas de la prisión de Puig de les Basses y de Wad-Ras, donde cumplen las condenas, persistencia. A buen seguro, los que se sienten interpelados permanentemente ante esta injusticia persistirán. Como persistirán los que elección tras elección dan su confianza a los partidos independentistas para que se sientan cada vez más empoderados a la hora de, por ejemplo, poder señalar que gozan de 74 escaños de 135 posibles en el Parlament y que han superado ampliamente el 50% de los votos. Eso también es persistir. En el otro lado, también persisten sin descanso alguno en la represión y buscando permanentemente causas nuevas que poder iniciar contra el independentismo. Porque detrás de la cara presuntamente amable del Gobierno español, está todo el armazón de la justicia en sus diferentes variables escarbando en el pasado para dinamitar cualquier hipótesis de acuerdo. Nada es baladí en un Estado permanentemente a la defensiva y dispuesto a acabar como sea con su adversario.

Es una campaña desigual: en un lado persiste la gente y en el otro los poderes del Estado. Y, en medio de todo ello, la cotidianeidad de una situación política complicada en Catalunya incluso para formar gobierno. Quizás un nuevo susto del Estado les saca del marasmo actual.