El diputado de la CUP Carles Riera ha anunciado este martes, al inicio del debate de política general en el Parlament, la presentación de una resolución para que la Cámara catalana vote a favor de la celebración de un referéndum de autodeterminación antes de que finalice la presente legislatura, en febrero de 2025. La iniciativa parlamentaria de la CUP ha cogido con el pie cambiado a los dos partidos del Govern, Esquerra Republicana y Junts per Catalunya, que hoy por hoy no tienen en su agenda la celebración de una nueva consulta al pueblo de Catalunya, lo que, en el pasado, comportó importantes penas de prisión a los miembros del Govern de Carles Puigdemont.

En cualquier caso, Esquerra y Junts tendrán que votar a favor o en contra de la resolución de la CUP el próximo jueves que es cuando se votarán en el Parlament las propuestas de los diferentes grupos políticos. En el horizonte político más próximo sobrevuelan los presupuestos de la Generalitat, la principal iniciativa de este curso político, y sobre cuya votación la CUP ha puesto nueva presión al vincular este martes ambas cuestiones. Sea como sea, al independentismo que lleva las riendas del país le va a costar explicar cómo defiende un referéndum en la mesa de diálogo con el Gobierno español y se opone a una iniciativa con la misma palabra en el Parlament de Catalunya.

La CUP se ha movido con astucia y habilidad parlamentaria y no se le puede negar que ha puesto en un compromiso a los otros dos partidos independentistas, necesitados, por otra parte, de encontrar iniciativas políticas que proyecten una mínima posibilidad de salir de la situación de bloqueo actual. Esquerra Republicana lo intenta a través de la mesa de diálogo que, hoy por hoy, tiene un horizonte limitado y cuesta de imaginar que sea la solución al enquistado problema político dada la rígida y autoritaria actitud del Gobierno de Pedro Sánchez. Habida cuenta de que la mesa tiene un horizonte acordado de dos años y el referéndum se plantea antes del febrero de 2025, las dos iniciativas tampoco se solapan en el tiempo.

Hay, además, un factor añadido que no puede pasar desapercibido. Esquerra y Junts a buen seguro hubieran preferido no tener que pronunciarse ahora sobre un nuevo referéndum. ¿Pero pueden oponerse? El argumento de que ya se hizo el del 1 de octubre de 2017 y que hay que preservar lo que supuso es cierto pero es incompleto. Los partidos del Govern pueden quedar atrapados en una telaraña en la que les cueste explicar la defensa de una estrategia que contemple el embate democrático si votan en contra de la propuesta de la CUP o simplemente se abstienen.

En medio de todo ello planea el segundo referéndum de independencia en Escocia, que quiere llevar adelante la primera ministra, Nicola Sturgeon, y que el gobierno de Londres del premier Boris Johnson aun no ha aprobado y se sigue resistiendo a ello. Ponerse a rueda de la iniciativa escocesa tiene todo el sentido del mundo, ya que el debate genera dos polos de atracción política importante y, además, ayuda a mostrar a la opinión pública internacional las diferencias entre Londres y Madrid.