El congreso que ha celebrado el Partido Popular este fin de semana en Madrid, y que ha coronado a Alberto Núñez Feijóo al frente de la derecha española, ha dejado varios mensajes, desde dialécticos, programáticos y también estratégicos, hasta algún recado sobre la importancia de la unidad en el seno de una formación política que pretende ser el caladero donde quepan desde la derecha tradicional, hasta votantes de Vox y descontentos con el PSOE. Al final, un congreso de un partido político es un aparador a la opinión pública desde donde se lanzan anuncios, se zarandea la organización y se toma el pulso y el estado de ánimo de la formación donde, hoy por hoy, la euforia está muy extendida.

Feijóo sabe que las próximas elecciones son su última bala política después de que desaprovechara los comicios de julio de 2023, donde se quedó a un puñado de diputados de poder alcanzar con Vox la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados. Estos dos años han sido para él una auténtica travesía del desierto y consta que desde su aterrizaje en la sede de Génova, en abril de 2022, como sustituto de Pablo Casado, ha estado a punto de renunciar al cargo en alguna ocasión. De hecho, a Feijóo le ha salvado, por extraño que parezca, Pedro Sánchez: su erosión ha ido a tal velocidad que el gallego se ha asentado en la presidencia del PP a golpe de escándalos de los socialistas. Tanto es así que el congreso ha evidenciado que José María Aznar no pasa de ser un telonero de lujo en la convención conservadora e Isabel Díaz Ayuso el referente político en Madrid.

Quizás el mensaje de mayor calado del congreso y el más ambicioso ha sido el de fijarse un objetivo electoral de diez millones de votos, que serían algo menos de dos millones de votos más respecto a los 8,16 millones. En una especie de casa gran de la derecha que le haga lo menos dependiente de Vox, partido al que hizo un peligroso guiño —mucho centrista aquí se revuelve muy incómodo— con su afirmación de que no pensaba hacer un cordón sanitario, ya que eran la tercera fuerza política en España, sus votantes merecen un respeto y no estaba dispuesto a arrinconarlos. La estrategia no es muy distinta a la que realizó hace unos meses en Alemania el democristiano Friedrich Merz para alcanzar la cancillería. Merz flirteó con la ultra AfD aunque, finalmente, acabó pactando el gobierno con el SPD.

El congreso del PP hay que leerlo en clave española y de confrontación con PSOE y Vox

Aunque todo estaba preparado para que la convención de los populares no tuviera ninguna arista, muchas de las intervenciones o la propia ponencia política explica perfectamente por qué el partido de Feijóo tiene una implantación tan escasa en Catalunya. Sus posiciones en política lingüística y esa aversión al catalán, y todo lo que la lengua representa, que supura en la organización, le convierte en un cuerpo extraño y alejado del consenso social. Aunque es cierto que Aznar pasó en 1996 a permitir que sus simpatizantes gritaran "Pujol, enano, habla castellano" a manifestar que hablaba catalán en la intimidad, de aquella situación y de lo que pasó después también ha aprendido la formación que más representa la evolución del pujolismo, aunque muchos dirigentes se muevan incómodos si se les recuerda y tampoco practiquen una política parecida en muchas ocasiones.

El congreso del PP, por tanto, hay que leerlo en clave española y de confrontación con PSOE y Vox. En ese aspecto, Feijóo ha querido presentar un nuevo equipo con todas las sensibilidades presentes, olvidando alguna rencilla del pasado. Ha ganado colmillo dialéctico con la nueva ejecutiva, peso político y económico y ha dado a su parroquia, mucho más de derechas que sus votantes, lo que necesitaban para regresar a sus lugares de origen, convencidos de que esta vez, sí. Y que no será muy tarde, antes de julio de 2027.