He leído y escuchado estos días que los tanteos que está haciendo Gabriel Rufián guardan cierta similitud con la llamada Operación Reformista o también Operación Roca. Es normal que se interprete así, aunque poco o nada tiene que ver, más allá de que quien trata de impulsarla y, según cómo, liderarla, ahora también es un político catalán. Por lo demás, se parece como un huevo a una castaña y pondré varias diferencias sustanciales: la Operación Roca tenía un objetivo fundamental, acabar con la hegemonía socialista que a partir de 1982 fue total, políticamente hablando, con mayorías absolutas en el gobierno de España presidido por Felipe González y también copando los ayuntamientos más importantes de Catalunya. Ahora, la propuesta de Rufián surge para apuntalar la izquierda española, o sea, a Pedro Sánchez, una vez el minifundio de partidos como Sumar, Podemos, Compromís o los comunes reunirá previsiblemente un puñado de diputados, muy pocos para ser decisivos y confrontarse con el bloque de derechas.
En segundo lugar, quien lo propone no tiene el respaldo del partido en el que milita. Rufián va por libre y si alguna cosa está haciendo es incomodar a Oriol Junqueras, centrado en estabilizar Esquerra, recoser las heridas heredadas, mejorar las expectativas electorales (el último CEO lo reflejaba) y ser desleal con el apoyo que este siempre le ha dado. En tercer lugar, Convergència i Unió, que apoyaba la Operación Roca, gozaba de una hegemonía absoluta en Catalunya, Jordi Pujol era el español del año para el diario ABC y el Madrid financiero avalaba el proyecto. En cuarto lugar, en España había una formación política, el Partido Reformista, presidido por Antonio Garrigues Walker y con nombres como Florentino Pérez en la infantería del reformismo, creado para aquella aventura política, y, en estos momentos, no rezuman precisamente entusiasmo por el movimiento realizado por Rufián ni los morados de Podemos, con Pablo Iglesias a su cabeza, ni Arnaldo Otegi, el líder indiscutible de EH Bildu, que tiene entre ceja y ceja realizar el sorpasso al PNV en el País Vasco y no está interesado en despistarse con otros objetivos.
La propuesta de Rufián surge para apuntalar la izquierda española, o sea, a Pedro Sánchez
Pero, además de todas estas diferencias puntuales, hay una, en mi opinión, fundamental: ¿acaso figura entre los objetivos de Esquerra Republicana reformar o regenerar España? ¿Cómo podría haber una identificación de marca de un partido independentista en un proyecto político como este? Es cierto que el punto de ebullición del proyecto independentista en Catalunya no está en un momento álgido, eso lo sabe todo el mundo, pero juntar el proyecto político que lidera Oriol Junqueras con la izquierda española, aunque sea con esa izquierda federalista o incluso plurinacional, según se autodenomina, es en el terreno nacional catalán una quimera. No sé qué parte de la discusión entre el presidente de Esquerra y Pablo Iglesias de hace unos días se perdió Rufián cuando, a raíz de las declaraciones de Ione Belarra, secretaria general de Podemos, señalando que con las competencias de inmigración, los Mossos harían redadas racistas, Junqueras le recordó al morado que estas cosas antes las decían Albert Rivera o Inés Arrimadas. No hace falta decir nada más: blanco y en botella.
Dicho esto, si el líder de Esquerra en el Congreso quiere continuar, como así parece, un debate que abrió el martes en Madrid, fue desautorizado desde la sede de Calabria, y ha seguido en un tuit este miércoles, lo que sí que está asegurado es el culebrón del verano y será interesante conocer el goteo de opiniones. Aunque no es una sorpresa, el primero ha sido Joan Tardà, en una línea similar al diputado. Visto con una cierta perspectiva, lo que Rufián tenía que haber hecho era llevar su propuesta al congreso del partido que aprobó la ponencia política el pasado 15 de marzo, en la que se abogaba por "más nación, más sociedad, más país y más Esquerra". O a la permanente del partido, de la que obviamente forma parte, aunque no suele asistir a sus reuniones, donde este proyecto federalista de las izquierdas españolas no ha sido objeto de ninguna discusión. Veremos qué acaba sucediendo en el futuro y si Rufián emprende o no una aventura política diferente después de reclamar menos pureza y más cabeza, un dardo sin un destinatario claro pero con algún receptor identificable posible.