El acuerdo entre PSC y Esquerra en el Ayuntamiento de Barcelona para tirar adelante los presupuestos de la capital catalana más allá de reflejar el buen momento de las relaciones entre ambas formaciones, al menos en lo que respecta al consistorio barcelonés, deja al alcalde Jaume Collboni en cabeza de una curiosa carrera: de las tres administraciones gobernadas por los socialistas y en las que Catalunya tiene intereses, ¿cuál será capaz de alcanzar un acuerdo para aprobar las cuentas públicas, el gobierno español, la Generalitat de Salvador Illa o el Ayuntamiento de Barcelona? Collboni ha cobrado una primera ventaja, insuficiente, ya que depende de la posición final que adopten los comunes, que hasta la fecha han sido un hueso duro de roer para el alcalde, que ya fracasó en 2024, cuando en el consistorio estaba Ada Colau. En aquella ocasión, el alcalde tuvo que hacer uso para sacarlos adelante de un atajo legal, como es la convocatoria de una cuestión de confianza, un mecanismo pensado para garantizar la estabilidad de los gobiernos municipales, y que establece que se entiende otorgada la confianza y aprobado el proyecto de presupuestos si en el plazo de un mes desde que se vote el rechazo de la cuestión de confianza no se presenta una moción de censura con un candidato alternativo a alcalde, o si esta no prospera.

Ahora, a menos de veinticuatro horas para la celebración de una comisión extraordinaria de Economía que debe permitir la aprobación inicial del proyecto de presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona así como de las Ordenanzas Fiscales para 2026, las miradas se dirigen a los comunes y a un grupo municipal descabezado con la pérdida de su principal referentes en Barcelona, Ada Colau, y la anunciada marcha antes de final de año de la concejal Janet Sanz, su exmano derecha. Los comunes deberán escoger, como en 2024, si se suman al pacto PSC-ERC o se alinean con los partidos de la oposición, empezando por Junts per Catalunya, que votará en contra. En el trasfondo de la decisión de los comunes pesa y mucho la decisión de Collboni que, después de las pasadas municipales de 2023, prefirió gobernar en solitario que facilitar la entrada de Colau y de su grupo municipal en el equipo de gobierno. Ello tensionó las relaciones que entraron en un estadio diferente.

Estaría bien que en España se abriera un debate no oportunista, sino reflexivo y de fondo, sobre las consecuencias de que un gobierno pueda esquivar la presentación de cuentas públicas

En cualquier caso, no es un drama para Collboni si los comunes no le facilitan el voto, ya que acabará teniendo presupuestos de una manera u otra. Es cuestión de paciencia. No están en esta situación ni Pedro Sánchez ni Salvador Illa, que ellos sí necesitan tener más votos afirmativos que negativos en el consistorio. En estas últimas horas, el presidente del gobierno español ha vuelto a comprometerse con su anuncio de que los presupuestos entrarán en el Congreso de los Diputados, aunque no tenga los votos para su aprobación. Es, sin discusión, el presidente que menos presupuestos ha aprobado y de los siete años que lleva en la Moncloa solo ha conseguido aprobarlos en 2021, 2022 y 2023. Después de lo que hemos visto en Francia que la no aprobación de presupuestos provoca la caída de un gobierno y de la necesidad de Sébastien Lecornu de pactar o irse a casa estaría bien que en España se abriera un debate no oportunista, sino reflexivo y de fondo, sobre las consecuencias de que un gobierno pueda esquivar la presentación de cuentas públicas.

Es una reflexión interesante, ya que a favor del sistema español está el primar la estabilidad, algo que siempre es un valor en sí mismo. Pero, en cambio, la ausencia de presupuestos dificulta el conocer cuáles son las prioridades de un gobierno y poder incrementar las cuentas públicas de una manera ordenada y no por atajos legislativos. Lo más sorprendente de la posición del gobierno español en el tema presupuestario es que vaya haciendo anuncios de quererlos aprobar y no mantenga reuniones con los socios parlamentarios que necesita para sacarlos adelante. Ello contribuye a que la posición del presidente español se parezca más a un brindis al sol que a una voluntad real de tirarlos adelante y negociando en profundidad con los socios parlamentarios, sean estables o inestables. De hecho, por no conocerse, no se saben ni cuáles serían las prioridades del ejecutivo, con una ministra incapaz de sacar adelante ni el nuevo sistema de financiación autonómico, ni la financiación singular de Catalunya acordada para la investidura de Illa.