De nuevo, la volatilidad ha dominado a las bolsas internacionales aun cuando su rigor se ha debilitado. El Ibex ha retrocedido el 1,20% y el Eurostoxx ha caído el 1,90% mientras Wall Street se mantenía ligeramente en positivo a media sesión. En cualquier caso ésta habrá sido la peor semana bursátil desde 2008.

BlackRock, el mayor administrador de activos del mundo, ha pedido una mayor regulación de la ingeniería financiera aplicada a las fuertes variaciones de los precios de los activos después de que la turbulencia del pasado lunes se llevó cuatro billones de dólares por el camino.

La razón principal de la caída de las bolsas ha sido el temor a que suba la inflación, lo que obligará a los bancos centrales a subir los tipos de interés. Esto hará a su vez que para las empresas será más costoso colocar bonos y deuda en los mercados porque los inversores exigirán una mayor rentabilidad para cubrirse del efecto de la inflación.

El crecimiento se mantiene fuerte. En Europa, los indicadores de la actividad se muestran vigorosos. Y en EE.UU. la Reserva Federal (Fed) de Atlanta prevé que la economía americana crezca en el primer trimestre del año un 4%. Dada esa fortaleza, puede haber tres o cuatro subidas de los tipos de interés.

Dado que en los últimos años las bolsas han alcanzado precios muy altos gracias a una política monetaria muy laxa y acomodaticia, hay dudas de si la vuelta al equilibrio será sencilla o plagada de baches.

Ahí arranca la volatilidad, que de por sí es un negocio. Cuando los precios suben y bajan mucho en una sesión cabe comprar cuando los precios están bajos y vender cuando suben a mayor velocidad. Hay fondos que venden seguros para cubrir los daños que se producen cuando se observan fuertes corrientes en el mercado. "Una mayor volatilidad ofrece la oportunidad de obtener mayores rendimientos vendiendo precisamente volatilidad", según el célebre financiero Bill Gross.

Los bancos centrales tratan de identificar los canales de transmisión del contagio para evitar males mayores, ya que además existen programas informáticos que ejecutan órdenes de compra y venta siguiendo modelos o algoritmos muy parecidos. Activados, pueden provocar fuertes oscilaciones y de manera muy rápida.

Si este aspecto cabe ser calificado de nocivo, los expertos de Goldman Sachs hacen otra lectura de lo que está ocurriendo. En una nota explican que es "la creciente preocupación por la inflación lo que ha motivado a los inversores de renta variable a deshacer posiciones. Estas preocupaciones fueron alimentadas por fuertes indicadores de actividad económica". Y aquí viene lo bueno: "Esto refuerza nuestra opinión de que los mercados de productos básicos (como el cobre, el aluminio o la energía) superarán a otras clases de activos una vez que disminuya el proceso de ventas". 

O lo que es lo mismo: la economía puede ir en camino de que invertir en la economía real sea más rentable que hacerlo en bolsa, al revés de lo que ocurría hasta ahora . Así el crecimiento será mucho mayor. Ese es también el objetivo de la Casa Blanca, aunque, como quiere Donald Trump, cuidando a Wall Street.