La Unión Europea sigue dependiendo de otros para sostener su economía digital. Según el Informe sobre Soberanía Tecnológica y Digital aprobado por el Parlamento Europeo en junio de este año, el 69% del mercado europeo de servicios en la nube está controlado por Amazon, Microsoft y Google y, según recoge un informe elaborado por Oliver Wyman titulado “European Digital Sovereignity. Syncing values and value”, el 92% de los datos occidentales se almacenan en infraestructuras estadounidenses.

En una intervención en Esade, el exdirector del Departamento de Seguridad Nacional de España, Miguel Ángel Ballesteros, advirtió sobre la vulnerabilidad de Europa frente a la competencia global y señaló la falta de soberanía tecnológica como uno de los principales desafíos. “Si Europa no canaliza su impulso tecnológico, podría quedarse rezagada en la competencia mundial”, afirmó.

Bruselas reconoce que, aunque el bloque invierte cada vez más en digitalización, la distancia con las grandes potencias tecnológicas no se reduce. La Comisión Europea, en su State of the Digital Decade 2025, cifra en 381.400 millones de euros el gasto total de la UE en I+D (el 2,22% del PIB), todavía un 34% inferior al esfuerzo combinado de Estados Unidos y China.

Sin embargo, la Unión no parte de cero. En plena revisión de las Directrices de Control de Concentraciones, Bruselas busca modernizar su política de competencia para adaptarla a una economía donde el tamaño, la inversión y la innovación serán esenciales. Cada vez gana más fuerza un enfoque de eficiencia dinámica que tenga en cuenta la capacidad de las empresas para innovar y competir a largo plazo, más allá del precio o las cuotas de mercado.

Este cambio permitiría evaluar las concentraciones empresariales no solo por sus efectos inmediatos, sino también por su potencial para generar inversión, empleo y resiliencia industrial, reforzando sectores estratégicos europeos como la energía, la tecnología o las infraestructuras críticas.

DEPENDENCIA

El Parlamento Europeo es tajante: la soberanía tecnológica no consiste solo en desplegar más fibra, sino en producir, controlar y proteger la infraestructura digital. Y ahí Europa aún va por detrás.

En Inteligencia Artificial, la UE representa solo el 7% de la inversión global, frente al 40% de Estados Unidos y el 32% de China, según el AI Index Report 2025 de la Universidad de Stanford. En semiconductores, el continente apenas fabrica el 10% de los chips mundiales, frente al 54% de Taiwán y el 16 % de China, según la OCDE y la Comisión Europea.

El informe europeo advierte además del riesgo jurídico que supone que buena parte de los datos europeos se almacenen en servidores estadounidenses, sujetos a leyes como la FISA o el Cloud Act, que permiten a Washington acceder a información de empresas europeas incluso si los datos se alojan físicamente en territorio europeo.

Por otro lado, una conectividad ilimitada, de alta velocidad y segura supone la piedra angular de la economía digital y actualmente, Europa cuenta con un 40% menos de capital per cápita disponible para inversión en redes, en gran parte como consecuencia de la fragmentación del mercado: 90 operadores dan servicio a 445 millones de habitantes, mientras que en Estados Unidos son cuatro operadores los que dan servicio a 320 millones de personas.

CAPITAL, REGULACIÓN Y ESCALA

El déficit tecnológico europeo se agrava por una doble brecha: falta de capital privado y exceso regulatorio. Los fondos de pensiones europeos, con activos superiores a tres billones de euros, destinan apenas el 0,02% a capital riesgo, frente al 2% de los estadounidenses, según el Banco Europeo de Inversiones.

Además, según el Eurobarómetro 2025, el 60% de las empresas europeas identifica la complejidad normativa como un obstáculo para invertir. El Parlamento propone por ello el principio “One In, Two Out” —eliminar dos normas por cada nueva— en sectores estratégicos como la IA o los chips, y fomentar la creación de campeones tecnológicos europeos con capacidad de competir globalmente.

ESPAÑA

España mantiene un 95% de cobertura de fibra óptica —una de las más altas del mundo, según la Comisión Europea— y ha impulsado programas como la Estrategia Nacional de Tecnologías Cuánticas. Pero, al igual que Europa, su reto está en traducir esa infraestructura en talento digital: solo el 33,8 % de la población posee competencias digitales básicas, según Eurostat.

El ministro de Transformación Digital, Óscar López, insistió recientemente en el Foro D9+ de Ámsterdam en “simplificar la regulación y movilizar capital privado para no quedar a remolque de Estados Unidos y Asia”.

EUROPA

Europa no solo debe mirar lo que le falta, sino aprovechar lo que tiene. Su posición geográfica privilegiada —entre América, África y Asia—, su mercado único de 450 millones de consumidores, una renta alta o su red de universidades y centros de investigación punteros, le otorgan una ventaja competitiva que pocos bloques pueden igualar.

Además, el continente cuenta con un ecosistema de startups en expansión, líderes industriales en sectores verdes y digitales, y un capital humano de alta cualificación que puede acelerar la transformación tecnológica si se acompaña de un marco regulatorio más ágil y una visión común.

Como señala el Informe Draghi, Europa dispone del talento, el conocimiento y la capacidad industrial para ser una potencia digital y sostenible. El reto, parece, no está tanto en alcanzarlo, sino decidir hacerlo y hacerlo con la urgencia que se necesita en el tiempo actual.

Como el mismo Draghi recordaba recientemente en el aniversario de su informe, es de gran relevancia y urgencia que Europa aborde los cambios necesarios porque de lo contrario no podremos competir en igualdad de condiciones a nivel global, lo que en definitiva y en un futuro muy cercano afectará al bienestar y la seguridad de los ciudadanos europeos.

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