El partido contra el PSV ha servido para ver una banda derecha inédita en clave blaugrana: Semedo - Arturo VidalDembélé. Los amantes de la velocidad y el físico -algunos están dentro de la secretaría técnica del club– seguro que han disfrutado de las galopadas de los tres jugadores, pero la triste realidad es que la precisión ha brillado por su ausencia.

Vidal y Dembélé son buenos jugadores con margen de mejora, eso es indiscutible, pero quien merece un capítulo aparte es Semedo. El lateral portugués está pero no está: Defiende con un éxito discutible, ataca con poco convencimiento y se ofrece deseando que no se la pasen. Cuesta ser duro con él porque no es una cuestión de actitud, pero mientras juega es inevitable pensar en Sergi Palencia, un chico de plantel que se ha tenido que ir a buscar la vida a Burdeos.

Arturo Vidal, aunque hoy ha sido el mejor del centro del campo blaugrana, también merece unas líneas. El chileno muerde como un rottweiler incluso cuando sólo quieres jugar a pelota y disfruta como nadie del intercambio de golpes. Cuando el Barça ha tenido que sacar agua del barco a marchas forzadas, The King (¡él mismo se llama así!) se lo ha pasado como un niño en un parque de atracciones.

Arturo Vidal PSV Barça EFE

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Y en la punta derecha, Dembélé. Si una cosa buena tiene el francés es que vive aislado del resto del mundo. Críticas, castigos, videojuegos y retrasos: nada de eso importa cuando entra en el terreno de juego. El chico es muy bueno y el Barça lo necesita -este miércoles ha firmado una gran actuación-, pero si quiere triunfar, más allá de mejorar su conducta, tendrá que hacer un esfuerzo para intentar entender el juego de posición.

Aleñá y Riqui, con tortícolis

Ni Carles Aleñá ni Riqui Puig. El primero ha estado en el banquillo los 90 minutos y el segundo ha tenido que ver el partido desde la gradería. Hubo un día en que el Barça mataba los partidos durmiendo al rival, pero contra el PSV el equipo ha optado por el rock'n'roll en estado puro.

Mientras calentaban su asiento, los dos jugadores del plantel se han tenido que resignar a buscar la pelota con la mirada y la han encontrado en el cielo de Eindhoven, donde ha estado la gran parte de los últimos minutos del partido. Quizás, sólo quizás, ellos eran la clave para conservar la posesión.

Es hora de asumir que Valverde, como Luis Enrique, no tiene conciencia de club. El entrenador extremeño sabe que la Champions se tiene que ganar sea como sea y está dispuesto a sacrificar el futuro del plantel si es necesario. Y es que, al fin y al cabo, cuando el futuro sea presente, él ya no estará.