El gol de Ronald Araújo en el descuento ante el Girona fue mucho más que un alivio: fue un síntoma. Cuando un defensa tiene que asumir el papel de delantero centro y resolver un partido que se escapaba, las miradas se dirigen inevitablemente a los hombres de ataque. Y es que ni Marcus Rashford, ni Lamine Yamal, ni Toni Fernández, ni Roony Bardghji consiguieron marcar. Cuatro atacantes, cero goles. Araújo, un central, acabó siendo el único capaz de decidir el derbi.

La escena fue tan simbólica como incómoda para Hansi Flick. El técnico alemán recurrió al uruguayo como último recurso, situándolo en el área rival en los minutos finales. Su remate, tras una acción brillante de Frenkie de Jong, salvó tres puntos, pero dejó un mensaje implícito: la línea ofensiva del Barça no tiene hoy una referencia fiable. Lewandowski ya no está a su mejor nivel, y ninguno de los nombres llamados a asumir el liderazgo goleador ha conseguido hacerlo.

Robert Lewandowski Barça / Foto: Europa Press

Los delanteros, sin pegada ni jerarquía

El caso más llamativo es el de Rashford, fichado para ser el rostro ofensivo del nuevo Barça y todavía sin continuidad en el gol. Ante el Girona tuvo una falta al travesaño y alguna acción aislada, pero volvió a quedar en deuda. Lamine Yamal, pese a su enorme talento, sigue pagando su falta de pausa en el último toque. Toni Fernández, en su debut liguero, mostró personalidad, pero no pesó en el área. Y Roony Bardghji, con desborde y energía, fue más promesa que impacto real. Ninguno tuvo el instinto que sí tuvo Araújo, un defensa acostumbrado a salvar al equipo desde atrás, no desde el punto de penalti.

El contraste es evidente: mientras los delanteros siguen buscando confianza, el central uruguayo responde con la fiabilidad y la determinación que deberían encarnar los hombres de ataque. Su gol en Montjuïc no solo dio tres puntos, sino que volvió a evidenciar una dependencia estructural de figuras que no pertenecen al frente ofensivo.

Lamine Yamal Barca Girona

Un mensaje claro antes del Clásico

El gesto de Araújo celebrando el tanto, con los brazos al cielo y rodeado por compañeros exhaustos, tuvo una lectura interna contundente: el Barça no puede seguir sobreviviendo a base de impulsos heroicos. El uruguayo, convertido en líder espiritual del vestuario, encarna la seriedad y la competitividad que Flick intenta extender al resto del grupo, pero el problema está más arriba.

El gol del defensa uruguayo fue una bendición inmediata y una advertencia de fondo. Los cuatro atacantes quedaron en evidencia, no por falta de actitud, sino por ausencia de eficacia. A una semana del Clásico contra el Real Madrid, la comparación es inevitable: mientras el Madrid presume de pegada, el Barça necesita que un central se disfrace de delantero para ganar partidos.