Decía Ernesto Valverde en la previa del partido que quería que el público se centrara en los jugadores de su equipo y no en Antoine Griezmann. Este sábado, sin embargo, la realidad ha sido bien distinta.

Desde el primer momento, la afición del Camp Nou ha dejado bien clara su postura: el delantero francés no es bienvenido. Que el tren del Barça sólo pasa una vez es una falacia -y si no, que le pregunten a Thierry Henry u Ousmane Dembélé- pero las formas, en cualquier caso, sí que son decisivas.

Griezmann plantó al Barça en un movimiento que muchos catalogaron de humillante. Humillante lo fue, sí, pero no para la masa social blaugrana, para el equipo o para el entrenador. La grabación de La decisión, un documental que contaba con el apoyo de Gerard Piqué y el visto bueno de Samuel Umtiti, sirvió para hacer patente la fuerza del vestuario culé y la debilidad de una directiva que se había encargado de filtrar sin miramientos que el colchonero estaba fichado.

Ahora, la misma directiva quiere volver a convencer al francés aunque cueste 20 millones más e implique perder cualquier rastro de prestigio. Por suerte, los socios, los auténticos propietarios del club y la parte menos afectada por las calabazas del jugador, han dictado sentencia: Griezmann no, gracias.