Ousmane Dembélé no es ni pretende ser un líder. El francés salta al terreno de juego con un objetivo en mente: desequilibrar, regalar asistencias y marcar goles, pero ejercer de comandante de su equipo no entra en sus planes. Él se centra en su tarea y en días como hoy demuestra que la puede llevar a cabo de maravilla.

No ser un líder, aunque pueda parecer negativo, es una gran ventaja. Como el primer Messi -y sin ánimo de comparar ambos futbolistas-, Dembélé juega su propio partido y no se deja influir por los estímulos externos. El extremo es consciente que los encargados de tirar del carro son el 10, Suárez y, porque no, Coutinho.

El ex del Liverpool, al contrario que Dembélé, tiene una losa sobre los hombros que le impide brillar sobre el césped. Quizás por su personalidad, o quizás por el precio que costó, el brasileño se autoexige ser un capitán, especialmente cuándo Messi no está. Contra el Leganés, la ansiedad y las ganas de gustar al público del Camp Nou le han jugado una mala pasada.

Dembélé se ha lesionado en el minuto 65 y todo apunta que deberá pasarse un buen tiempo lejos del terreno de juego. Con el francés fuera de combate, Coutinho contará con más minutos, especialmente si se tiene en cuenta el ajetreado mes de febrero que se acerca. Si quiere volver a deslumbrar tendrá que tomar nota e imitar la actitud de su compañero, y es que la mejor estrategia para gustar al público es jugar como si no te estuvieran mirando.