El próximo 7 de noviembre se estrenará en el Teatre Poliorama de Barcelona Glorious! La pitjor cantant del món, una comedia tierna y alocada que recupera la historia real de Florence Foster Jenkins, la soprano neoyorquina que, sin ningún talento para el canto, logró triunfar en los escenarios más prestigiosos de los años cuarenta. Dirigida por Paco Mir, con un reparto que incluye a los actores Marta Ribera, Ramon Gener y Santi Millán, el espectáculo quiere reivindicar, entre risas, la pasión y la inconsciencia que pueden convertir un desastre en arte.

La obra, escrita por el dramaturgo británico Peter Quilter, se ha representado con éxito en decenas de países desde su estreno en 2005 en el West End de Londres. La pieza retrata con humor y afecto la relación entre Jenkins y su pianista, Cosmé McMoon, que la acompaña entre desafinaciones, vestidos imposibles y una convicción inamovible de que su voz —a pesar de sonar como “una tetera espantada”— merecía ser escuchada.
¿Quién era realmente Florence Foster Jenkins?
Nacida en 1868 en Pensilvania, Jenkins fue una rica heredera que dedicó su fortuna a su gran pasión: la música. Convencida de su talento, financió sus propios conciertos, a menudo ante un público que contenía la risa detrás de los guantes y los abanicos. El punto culminante de su carrera llegó en 1944, cuando actuó en el Carnegie Hall ante una sala llena y una expectación sin precedentes. Aquella actuación, que fue grabada, la consolidó como un fenómeno único: una artista sin talento que, sin embargo, había conseguido emocionar por su fe indestructible en sí misma.

Florence Foster Jenkins no cantó bien —ni una sola vez—, pero hizo lo que muchos artistas sueñan: creer, sin fisuras, en la belleza de los sueños
Su leyenda ha inspirado libros, documentales e incluso el cine: en 2016, Meryl Streep dio vida a Jenkins en la película Florence Foster Jenkins, dirigida por Stephen Frears y coprotagonizada por Hugh Grant. El film, entre la comedia y la tragedia, fue un éxito de crítica y valió a Streep una nominación al Oscar. Ahora, Glorious! vuelve a llevar esta historia a los escenarios catalanes, recordándonos que la pasión, incluso cuando es ridícula, puede ser una forma de arte. Florence Foster Jenkins no cantó bien —ni una sola vez—, pero hizo lo que muchos artistas sueñan: creer, sin fisuras, en la belleza de los sueños.