Cagliari (Cerdeña), 25 de julio de 1409. Martín Roberto de Aragón, más conocido como Martín el Joven, moría a causa de una malaria que había contraído tres semanas antes en el estanque de Flamaire, en las inmediaciones de la población de Sanluri, al sur de la isla de Cerdeña, en el transcurso de la campaña militar contra las facciones oligárquicas sardas partidarias de Génova. La incontestable victoria militar de Sanluri, que disiparía definitivamente la turbia sombra genovesa y que consolidaría la dominación catalano-aragonesa sobre la isla, se pagaría con un elevado precio. El cronista Pere Tomic escribiría que "toda la victoria se convirtió en gran llanto y luto". Martín el Joven, hijo único del conde-rey Martín I, conocido como el Humano, y heredero al trono de la Corona de Aragón, moría repentinamente e inesperadamente y abría un vacío inexplorado en la cuestión sucesoria. En el momento que lo alcanzó la muerte, aunque se había casado dos veces, no tenía descendencia legítima. La estirpe que había gobernado Catalunya desde Guifré el Pilós (840-897) parecía agotada y condenada al relevo.

El secuestro de María de Sicilia

Martín el Joven había dado muestras de una gran capacidad para gobernar. Nacido en Perpinyà en 1376, con sólo catorce años (1390) lo casaron con la reina María de Sicilia que ya tenía veintiocho. María, sin embargo, había gobernado con las manos atadas por los cuatro vicarios que había nombrado su padre y antecesor Federico de Sicilia: los aragoneses Artal de Alagón y Guillem de Peralta, el napolitano Manfredi Chiaromonte y el genovés Francesco Ventimiglia.

Martín y María eran primos segundos (la dinastía siciliana era desde 1262 una rama menor del Casal de Barcelona), y sería precisamente el abuelo común, Pedro el Ceremonioso, quien, alarmado por las negociaciones matrimoniales entre los vicarios y el duque independiente de Milán y después de una rocambolesca operación digna de una película de espías, propiciaría el enlace. Guillem Ramon de Montcada, un agente catalán infiltrado en la corte de Palermo ―que había informado a la cancillería catalana del cortejo entre los vicarios y el Visconti milanés― secuestraría a María y la conduciría primero a Cerdeña (1382) y más tarde a Barcelona (1384).

Atlas catalán atribuido a Abraham Cresques (1375). Fuente Biblioteque National de France

Atlas catalán atribuido a Abraham Cresques (1375) / Fuente: Biblioteque National de France

De Pedro a Martín

Cuando María de Sicilia llegó a Barcelona tenía diecinueve años y Martín el Joven sólo tenía cinco. En aquellos momentos Martí todavía no era el primero en la línea sucesoria. Pero el destino lo acabaría situando en una posición de preferencia. En el transcurso de los años inmediatamente posteriores moriría el abuelo Pedro (1387) y sería sucedido por su primogénito Juan I ―tío paterno de Martín―. Tres años más tarde (1390), cuando Martín había entrado de pleno en la edad adolescente, la política de la cancillería de Barcelona empezó a mirar hacia Martín, hacia María y hacia Sicilia.

Juan I, conocido como el Cazador, contrariamente a lo que indicaba su sobrenombre, era un hombre con una salud pésima y unos hábitos todavía peores que no parecía capaz de engendrar un heredero. Y entonces las esperanzas de la cancillería quedaron depositadas en Martín el Humano, el hermano pequeño del cazador, y en su hijo y heredero Martín Roberto, el Joven. Había llegado la hora de cerrar la cuestión matrimonial de María de Sicilia y asegurar, definitivamente, el control de la isla.

Martín, rey de Sicilia

Consagrado el enlace (1390) la primera acción del rey adolescente sería jubilar ―con todos los honores, por supuesto― al gobierno vicarial. Y la segunda, ponerse a gobernar. Y lo hizo con decisión y autoridad apoyándose, naturalmente, en la renovada ―desde Barcelona― cancillería de Palermo. Martín Roberto sería uno de los precursores del nuevo estilo político que impulsaba la figura del rey como gobernante absoluto y que, poco a poco, en el transcurso de las dos centurias siguientes se acabaría imponiendo plenamente por toda Europa. Tanto fue así que, cuando murió prematuramente María de Sicilia (1401), Martín, hasta entonces rey-consorte, cogió en solitario las riendas del poder, y con la inestimable colaboración de su fiel cancillería, se haría proclamar rey de Sicilia. Hay que mencionar que las protestas de los primos sicilianos de la difunta María, que se consideraban más legítimos en el trono que el rey-consorte, fueron rápidamente sofocadas con una intimidatoria operación militar ordenada por Martín el Humano, el padre del nuevo rey siciliano, que ya se sentaba en el trono de Barcelona desde hacía cinco años (1396).

Atlas de Sicilia (1587) obra del cartograf Joan Martines. Fuente Biblioteca Nacional de España

Atlas de Sicilia (1587), obra del cartógrafo Joan Martines / Fuente: Biblioteca Nacional de España

De Palermo a Pamplona

Asegurado el trono siciliano, la cancillería de Barcelona cambió la mirada hacia el otro lado: Navarra. La infanta Blanca de Navarra, nacida el año 1387 y cuarta en la línea sucesoria en el trono de Pamplona, era una de las princesas más cotizadas de Europa. Los reyes de Navarra sólo habían conseguido criar chicas (los chicos se les morían muy pequeños o incluso al nacer); y todas las cancillerías de Europa sabían que el rey navarro acabaría nombrando heredera a la hija mejor casada, tanto si era la primera como si era la sexta.

La cuestión que se dirimía en Pamplona no era el ordinal de legitimidad, sino la supervivencia del pequeño reino navarro, amenazado por Castilla y por Francia. El 26 de diciembre de 1402 Martín y Blanca se casaban en la catedral de Catania (Sicilia), y de aquella unión nacería un niño, Martín (1403-1407), que, de sobrevivir a la infancia, se habría convertido en el soberano de un imperio que habría abarcado desde el Etna hasta el Atlántico. Blanca, pasando por delante de sus tres hermanas mayores, acabaría siendo reina de Navarra (1425).

Maria de Sicilia i Blanca de Navarra. Fuente Wikipedia

María de Sicilia y Blanca de Navarra / Fuente: Wikipedia

El heredero ilegítimo

Pero hay un "heredero ilegítimo" que sobrevuela la historia y que, de ser finalmente reconocido, habría cambiado para siempre la historia de la Corona de Aragón. Mientras se negociaban las condiciones de su segundo matrimonio, Martín el Jove tuvo una relación ―que probablemente remontaba con anterioridad a la muerte de María de Sicilia― con una aristócrata de Catania (Sicilia) llamada Tàrsia Rizzari. Y de aquella relación nacería un niño, Federico (1402), que sobreviviría a la muerte de su padre (1409). Después de la muerte del pequeño Martín ―el hijo legítimo de Martín el Joven y Blanca de Navarra―, sería designado al trono de la Corona de Aragón. Martín el Humano ―el abuelo― ordenó a su cancillería que lo trasladaran a Barcelona y que prepararan la legitimación. Naturalmente, con el disgusto de Blanca y el entusiasmo de los tutores de Federico, los hermanos Torrelles, amigos personales del soberano, que ordenaría al cismático Benedicto XIII (el Papa Luna) que dirigiera la operación.

El intento de legitimación de Federico

La aparición en escena de Federico, cuando menos la escena oficial, generó una gran inquietud entre los que ya hacían cábalas para relevar a Martín el Humano. Desde Jaime de Urgell hasta Fernando de Antequera, pasando por Luis de Anjou y Alfonso de Gandía. Federico se ganaría una extensa nómina de enemigos, incluso antes de poner los pies en Barcelona, que explica, no tan sólo, cómo y de qué manera fue desplazado en la carrera hacia el trono, sino cómo acabó sus días. Sorprende que en una corte como la de Barcelona, tan aficionada al uso de los venenos, nadie hubiera envenenado el desayuno del pequeño Federico. Pero este misterio queda aclarado cuando las fuentes documentales revelan que Martín el Humano murió inesperadamente la víspera de la legitimación de Federico (31 de mayo de 1410). El hijo natural de Martín el Jove y candidato al trono de Martín el Humano no sería nunca legitimado, y Benedicto XIII ―el Papa Luna― se desentendería totalmente del asunto Federico, para pasar acto seguido a festejar la candidatura del castellano Fernando de Antequera.

Mapa de Navarra (1640) obra del cartograf Jan Blaeu. Fuente Biblioteca Digital de Navarra

Mapa de Navarra (1640) obra del cartógrafo Jan Blaeu / Fuente: Biblioteca Digital de Navarra

La tumba de Federico

Lo que pasó acto seguido es bien conocido: el Compromiso de Caspe (1412). En aquella asamblea Federico no obtuvo el voto de ninguno de los compromisarios electores, sencillamente porque no tenía el apoyo de ningún estamento del poder. Y en este punto es muy importante recordar que los estados insulares de la Corona de Aragón (Cerdeña y Sicilia), curiosamente, no estaban representados en Caspe. Posteriormente, Federico sería formado en la carrera militar, como correspondía a un personaje de su linaje, y destacaría en varios hechos navales. Pero su personalidad que, probablemente, había heredado del padre, lo conduciría a enfrentarse con el rey Alfonso el Magnánimo (hijo y heredero de Fernando de Trastámara) por su errática estrategia en la guerra de Nápoles (1435-1442). Y esta sería su tumba. La cancillería del Magnánimo, temerosa de que Federico articulara un partido disidente en Sicilia, lo destruyó personalmente y políticamente. Federico fue falsamente acusado de haber estafado a unos comerciantes genoveses establecidos en el puerto de Sevilla.

Martí el humano y Martí el Jove. Retablo obra de Pere Nunyes y Enric Fernandez(segle XVI). Fuente Museu Diocesano de Barcelona

Martín el Humano y Martín el Joven. Retablo obra de Pere Nunyes y Enrique Fernández (siglo XVI) / Fuente: Museu Diocesà de Barcelona

El último príncipe

La participación de Génova en la operación de derrumbamiento de Federico no tendría que extrañar. Génova había sido la gran rival de la Corona de Aragón por el dominio del Mediterráneo occidental. Y la gran derrotada. Génova y Barcelona no recuperarían cierta buena sintonía hasta la entronización de los Trastámara castellanos (1412). Pero, además, había una cuestión añadida que jugaba en contra de la propia existencia de Federico: poco antes del asunto de Sevilla lo habían casado con Violante de Mur, una viuda de una familia oligárquica leridana muy próxima a los Trastámara, que tenía la misión de controlar sus movimientos. Federico, sin embargo, se escapó de aquella jaula de oro con Valentina, la hermana pequeña de Violante, y aquel hecho haría saltar todas las alarmas (1430). El año 1434 sería arrestado en Castilla y encarcelado en el castillo de Urueña por donde ya había pasado Jaime de Urgell, después de sublevarse. Y cuatro años más tarde (1438) moría recluido en aquella prisión castellana el último príncipe de la dinastía, que, cinco siglos antes, había fundado Guifré el Pilós.