Sebastià Alzamora ha escrito El Federal (Proa), una novela basada en los alzamientos federales de 1869 derivados de la Gloriosa, la revolución que destrona a Isabel II, supone el inicio del sexenio democrático y desemboca en la Primera República. Alzamora habla a través de los hechos del Foc de la Bisbal y la figura de Pere Caimó, alcalde de Sant Feliu de Guíxols y diputado en Cortes del Partido Republicano Federal. Tan pronto como leído el primer párrafo, el lector adivina el más que puntilloso trabajo documental que sustenta el texto. En este sentido, la virtud del libro es su peor defecto. Aun siendo una obra históricamente impecable —no hay que ser un entendido para advertirlo—, falta aquello que la convertiría en una novela de principio a fin y la alejaría de la sombra de ser un libreto informativo: el alma.
La virtud del libro es su peor defecto. Aun siendo una obra históricamente impecable —no hay que ser un entendido para advertirlo—, falta aquello que la convertiría en una novela de principio a fin y la alejaría de la sombra de ser un libreto informativo: el alma
En El Federal, Sebastià Alzamora se sirve de un abanico de personajes para tejer el hilo argumental y explicar el contexto político desde el hecho personal: Isabel Batalla, la mujer de Pere Caimó; Isabel Vilà, la primera sindicalista catalana; Romualdo Crespo, gobernador militar de Girona, conocido en todas partes por su gusto carnicero con los negros en las colonias y con los insurrectos en Catalunya y Francesc Sunyer, quien proclamó la república desde Figueres. Este abanico, sin embargo, es perfecto. Escribo "sin embargo", porque es precisamente este encaje exacto de cada personaje con un discurso político coherente y bien construido, lo que hace que la novela peque de insípida en según qué fragmentos. Todo es redondo, todo está bien cerrado y todo es históricamente verosímil. Excepto en el caso de Isabel Batalla, y a pesar de ser la historia de hombres jugándose la vida por unos ideales, nada es naturalmente lo bastante profundo como para que se entienda hasta qué punto les es personal. Personal sin sentimentalismos exagerados, calzados a la fuerza, quiero decir. Cada uno hace un papel en la obra y todo está bien repartido.
La obra es instructiva en términos históricos, de prosa arreglada y trabajada. Precisamente por eso, en según qué fragmentos, el lector puede tener la sensación que lee una entrada de enciclopedia
Lealtad vs. fidelidad
La obra es instructiva en términos históricos, de prosa arreglada y trabajada. Precisamente por eso, en según qué fragmentos, el lector puede tener la sensación que lee una entrada de enciclopedia. Alzamora explica en una nota que "como cada vez que he escrito ficción a partir de personajes y hechos que han tenido una existencia real, aquí también me he esforzado en serles leal, que no es exactamente lo mismo que serles fiel". Y sigue: "por lealtad entiendo el compromiso que adquiere al autor de no hacer hablar ni actuar a los personajes de una manera contraria a las de sus referentes históricos. Un compromiso ligado con el deber del novelista, que es fabular". Quizás lo que chirría es que con el argumento de la lealtad que no es fidelidad, la fabulación queda frenada por un sentido de la prudencia que resta atractivo al texto.
Rascar más en lo que es íntimo no tiene que querer significar, necesariamente, hacer hablar ni actuar a los personajes en contra de sus referentes históricos
Un personaje tiene que ser un personaje, no un altavoz discursivo forzado o un compendio archivístico. Rascar más en lo que es íntimo no tiene que querer significar, necesariamente, hacer hablar ni actuar a los personajes en contra de sus referentes históricos. El razonamiento trabaja sobre una incompatibilidad que el escritor puede encargarse de suavizar. Hacer el trabajo de transformar a un personaje histórico en un personaje de novela no tiene que querer decir traicionarlo. Todo lo contrario, el autor puede servirse de aquello que es históricamente contrastable para intuir un fondo humano lo bastante literario que haga de los hechos una novela. Quizás la nota del autor es redentora, en este sentido. Es ciertamente noble el fin del libro de dar a conocer los hechos del Foc de la Bisbal y la figura de Pere Caimó. Ahora bien, que el vínculo entre lo que es político y lo que es humano no sea lo bastante visible y que, por eso, la novela no sea tan ligera, estimulante e interpelando como podría ser, capa las posibilidades de popularizar la historia. El Federal es una bala disparada en el aire.