Si has sido joven, muy probable, y en los últimos años, ya depende, como el chaval de Muy lejos, digo, compartes como mínimo dos cosas con él: una vida atravesada por la ansiedad y una relación emocional tullida, de kit básico de supervivencia. Yo además, comparto una tercera, relacionada supongo con las otras dos: ser perico. Mario Casas vuelve a demostrar lo bien que le sienta casi cualquier camiseta que le pongan, especialmente la blanquiazul. Y la Umbro de 2009, ¡ojalá volver a la competición europea!
Hay mucho ya visto anteriormente en Muy lejos. Por ejemplo, la relación con la comunidad de acogida; ese manido rifirrafe jugando a fútbol del ex hooligan perico con su compa belga. Pero también hay una película nunca explorada entre fifes futboleros. Un Gerard Oms, inmenso debut a la dirección, que deconstruye un submundo cargado de rabia, identidades básicas, sentimientos contenidos, torpes. Mario Casas despliega todo lo que le piden y más. Con respiraciones tensas, bloqueos, zapatazos a bicicletas. Aunque el cine aquí es lo de menos: lo que más sorprende del film es que el protagonista sea del Espanyol. Nunca había visto mi club en la gran pantalla. A mí, del Espanyol me hizo mi padre, y a él, mi abuelo. Para bien o para mal, las herencias no se eligen. Fui a ver el film con mi padre, que a sus sesenta y largos, nunca había visto a los blanquiazules en un cine. Nunca creímos que lo mereciera tampoco. Moral de derrotados.
Aunque el cine aquí es lo de menos: lo que más sorprende del film es que el protagonista sea del Espanyol
Yo de pequeño vi Quiero ser como Beckham. Claro, el guapo, el millonario, el del club pijo de Manchester. O, recientemente, Fue la mano de Dios, una visión sórdida y excéntrica de Sorrentino, pero al fin y al cabo el relato sobre el Nápoles, Maradona, Dios todo poderoso. Nombres con caché. “No como el Espanyol”, pensaba para mis adentros durante la proyección. Pero qué pijo, el fútbol tiene que servir para ofrecer contrarelatos. Y el cine, con él. Ofrecer miradas a los márgenes. Está claro que el Espanyol también puede formar parte de las historias de vida, ser crucial en la identidad de un personaje. Pero como en casi todo, estamos acostumbrados al monopolio del relato: unos pocos clubes representan unas muchas películas. Ver otras camisetas, sorprende.
El fútbol como excusa
Y qué importa toda esta parábola alrededor de una peli de Mario Casas. Que, como decía el mítico Arrigo Sacchi, ex entrenador de un AC Milán mágico al que yo no vi jugar, “el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes". Y debe ocupar, en toda su diversidad, un espacio en la cultura. El fútbol ocupa un lugar simbólico en la vida social. Ahora hay fervor por el Europa-Sant Andreu, ¡claro! Hay allí almas a las que por fin se les está dando bola. El fútbol es tan cultura como la música. Es un negocio desorbitado, como la música. Pero nos da sentido, nos hermana, nos enfrenta. El fútbol forma parte de la identidad de muchos lugares. Equipos como el Barça, Boca o el Liverpool no son solo clubes, sino símbolos para países, barrios e incluso bandas musicales pop. Historia, valores e ideología. El fútbol influye en el lenguaje, la música, la literatura y el cine. Canciones, libros y películas se han inspirado en él, y expresiones futboleras se integran en su habla cotidiana, ¡una vida a la contra!
El fútbol es tan cultura como la música. Es un negocio desorbitado, como la música. Pero nos da sentido, nos hermana, nos enfrenta
Joder, el ya citado Maradona, y su tema homónino de Andrés Calamaro es una de las mejores canciones del mundo. Y La Copa de Europa de Los Planetas, eso es un himno. El fútbol ofrece relatos épicos, héroes, traiciones, tragedias y milagros. Es una forma de contar de primer orden, como lo hacen el teatro o la literatura. Sólo hay que leer recientes como En un momento dado o La passada a l’espai. El fútbol como excusa. Me quedo también con el conjunto de relatos de la gente de Panenka en Kafka en Maracaná (2020).
Equipos como el Espanyol combaten una narrativa única del fútbol como espectáculo homogéneo
Ir al estadio, usar camisetas, cantar himnos, como se ve perfectamente en Muy lejos o seguir supersticiones antes de un partido son prácticas culturales similares a rituales religiosos o festividades. Pero eso se ve poco en el audiovisual de los otros clubes. No conozco producciones de la índole que sean sobre el Espanyol que no sean funcionales (cánticos) o cutres (libros de, ¿historia? libros para yayos). Los equipos minoritarios como el RCD Espanyol también forman parte importante de la cultura futbolística, social y cultural, aunque desde una posición distinta a la de los grandes clubes. Su valor está en la resistencia. Y otros pensarán que en el absurdo. Pero bueno, su valor tiene. El que sea. Equipos como el Espanyol combaten una narrativa única del fútbol como espectáculo homogéneo. Es una entidad de 125 años de historia que no habla comúnmente de hitos. Sino de descensos, ascensos, victorias inesperadas, ídolos propios. De celebraciones de córners y de goles de rebote. Verse como parte de una película es casi un premio a esa tradición bastarda y muchas veces dolorosa, es asomar la patita en la normalidad.