Barcelona, 13 de septiembre de 1923, hace 102 años, el capitán general Primo de Rivera iniciaba un golpe de Estado que culminaría dos días después en Madrid. La prensa de la época revela que aquel pronunciamiento, que arrancó a tientas, se acabaría imponiendo gracias a los importantes apoyos que recogió por el camino. Desde el rey Alfonso XIII, que lo abrazó entusiásticamente, hasta las organizaciones patronales vascas y catalanas, pasando por las jerarquías militares y las clases extractivas madrileñas. Siempre se ha dicho que el apoyo inicial de la Lliga Regionalista de Catalunya a Primo de Rivera fue la tumba política de su líder Cambó. Pero ¿realmente fue así? ¿O Cambó ya estaba políticamente carbonizado? Y si es así, ¿cuándo se carbonizó y por qué o por qué motivos?
¿Cuál era el panorama político catalán cuando Primo de Rivera perpetra el golpe de Estado?
Cuando el capitán general Primo de Rivera pone fin a medio siglo de régimen constitucional (1874-1923), Catalunya venía de un gran desengaño. La propuesta de estatuto de 1919, objetivo político principal de la Mancomunitat y del partido que la gobernaba —la Lliga— y un proyecto de gran envergadura porque debía restaurar el autogobierno liquidado a sangre y fuego en 1714, se había quedado en la fase de tramitación parlamentaria. Durante esta fase de tramitación (enero, 1919), los diputados catalanes en las Cortes de Madrid —los de la Lliga y los del resto de partidos catalanistas que defendían el texto estatutario— habían sido objeto de insultos y agresiones físicas, ¡¡¡perpetrados en sede parlamentaria!!! Y Cambó, decepcionado y enfadado, había retirado el proyecto, no sin antes proclamar la histórica cita “Monarquía?, República?..., ¡¡¡Catalunya!!!”.
¿Cuál era el paisaje social catalán cuando Primo de Rivera perpetra el golpe de Estado?
Al mismo tiempo, las calles de Barcelona se estaban convirtiendo en un escenario de violencia extrema. Desde el inicio de la crisis económica —que llegaría con el fin de la I Guerra Mundial (1918)—, la conflictividad social había dibujado una extraordinaria escalada. Poco después, la huelga de La Canadenca (febrero-marzo, 1919), que tensionaría enormemente la sociedad y la economía catalanas, pero que culminaría con el triunfo de la histórica reivindicación obrera de la jornada de las ocho horas, solo había sido el pistoletazo de salida. Acto seguido, vendrían los años de plomo del pistolerismo (1919-1923), el enfrentamiento armado entre las facciones más radicales del proletariado y de la patronal, con víctimas ilustres como el asesinato del líder sindical Salvador Seguí, el Noi del Sucre.
¿La Lliga apoyó el golpe de Estado de Primo de Rivera?
Primo de Rivera proclamaría que su propósito era acabar con la lacra del pistolerismo. No obstante, la Lliga Regionalista, como partido político representativo de las élites burguesas del país, no apoyó el golpe de Estado. Ahora bien, algunos de sus miembros más destacados lo hicieron a título particular. Y la prueba más evidente la tenemos en las amargas palabras de Puig i Cadafalch, president de la Mancomunitat, cuando abandona su cargo y se autoexilia (diciembre, 1923). El president reconocería que habían sido unos ingenuos confiando el futuro de Catalunya a un nacionalista español como Primo de Rivera y a una receta típicamente militar como el golpe de Estado. Cambó, que cuando se produce el golpe de Estado estaba fuera del país, no le dio un apoyo personal inmediato, pero sí que acabaría colaborando.
¿La colaboración de Cambó con la dictadura fue su tumba política?
Los líderes de partidos de tradición democrática que colaboraron con la dictadura (como Besteiro y Largo Caballero, del PSOE, que fueron ministros del Gobierno de Primo de Rivera), pagaron un elevado precio político y electoral. En los primeros comicios posteriores a la dictadura (las municipales de 1931), Indalecio Prieto —el nuevo valor en alza del PSOE en aquel momento— tuvo que salvar a un partido dividido por la deriva estratégica socialista durante la etapa dictatorial. Y la Lliga, liderada por Ventosa i Calvell (Cambó se estaba recuperando de un cáncer), sufrió un batacazo monumental y perdió su condición de fuerza política hegemónica en Catalunya —que ostentaba desde 1907— en beneficio de la ERC de Macià y de Companys. Aun así, la respuesta a la pregunta del enunciado es no.
Entonces, ¿en qué momento Cambó empieza a escribir su final político?
La retirada del proyecto de estatuto de 1919 representó una soberana derrota para Catalunya y la histórica cita de Cambó (“Monarquía?, República?..., ¡¡¡Catalunya!!!”) no palió un sentimiento de decepción que una parte importante de la sociedad catalana empezó a proyectar hacia el líder de la Lliga. Aún no se había producido la huelga de La Canadenca. Y el fenómeno del pistolerismo estaba en una fase muy iniciática. Por lo tanto, no había motivo de alarma que justificara aquella retirada. Solo las élites industriales del país, preocupadas por la propaganda anticatalana, que a propósito del proyecto estatutario había inundado los mercados españoles, la entendieron y le dieron apoyo. La gran mayoría del electorado de la Lliga, no. Cambó había empezado a escribir su final político.
La deriva de Cambó que confirma su final político
Pero lo que resultaría decisivo serían los pasos que Cambó daría a continuación. El líder de la Lliga, que ya había sido ministro de Fomento en el ejecutivo del liberal Romanones —amigo personal y socio comercial del rey Alfonso XIII (marzo – noviembre, 1918)—, aceptó —nuevamente, e inexplicablemente, después de la retirada del estatuto y de la derrota que representaba para Catalunya— un cargo ministerial en Madrid. Esta vez como titular de la cartera de Hacienda del Gobierno del conservador Antoni Maura. Y si en su primera experiencia (Fomento) había pasado por el ministerio sin pena ni gloria, en la segunda (Hacienda), su gestión estuvo exclusivamente enfocada a defender los intereses económicos de las élites industriales catalanas y sus alianzas sociocomerciales con las clases extractivas madrileñas (agosto de 1921 – marzo de 1922).
El final político de Cambó
El final político de Cambó se escribió en Madrid, como el de otros políticos catalanistas contemporáneos. Y el de la Lliga se puede bien decir que también. Una parte importante de las bases del partido no entendió la posición de Cambó y de la Lliga como puntal parlamentario para un gobierno anticatalán, que no revertía ningún beneficio para Catalunya (se había aplazado sine die la recuperación de la tramitación del estatuto). Cambó y la Lliga pagaron carísima esta “renuncia”. El 5 de junio de 1922 —tres meses después de la caída del Gobierno Maura (con Cambó como ministro)— un grupo mayoritario de las juventudes de la Lliga —liderados por personalidades emergentes como Nicolau d’Olwer, Rovira i Virgili o Carrasco i Formiguera— abandonaba el partido para crear Acció Catalana. Se había escrito el final de Cambó y el de la Lliga.
