Toledo, año 673. Hace 1.450 años. Flavius Paulus, proclamado rey de los visigodos de Septentrión (conventus de la Tarraconense y de la Narbonense, actualmente territorios de Catalunya y de Languedoc); era paseado por las calles y plazas de la ciudad engrillado, esquilado, vestido con harapos, y tocado con una espina de pescado que figuraba una corona ridícula. Flavius Paulus había sido el líder de una revuelta contra el poder central de la monarquía visigoda; que delataba las fuertes tensiones entre los diversos territorios central y nordoriental de la monarquía visigótica. Hace quince siglos, cuando el rey Wamba intentó ampliar los dominios de la monarquía visigoda hispánica hasta los confines geográficos de la península Ibérica, chocó con la oposición de la sociedad del cuadrante nordoriental y tuvo que someter aquel territorio por la fuerza.

Mapa de la península ibérica en torno al año 1000. Font Enciclopedia
Mapa de la península Ibérica en torno al año 1000. Fuente: Enciclopedia

Una identidad diferenciada

Aquellas tensiones territoriales tenían una raíz histórica que remontaba al siglo V, coincidiendo con la desintegración del imperio romano de Occidente. Los profesores Nadal y Prats, de la Universidad de Girona, explican que durante el proceso de asentamiento del pueblo visigodo (414-484), ya aparecieron las primeras tensiones entre las provincias del centro y las del nordeste. Con el transcurso del tiempo, que quiere decir con la consolidación del nuevo estado visigodo (siglos VI y VII) estas diferencias no tan solo no desaparecieron, sino que se intensificaron. La proclama de Flavius Paulus (673) revela la existencia de una identidad diferenciada, cuando menos, entre las oligarquías del territorio, que explicaría aquella revuelta. No conocemos el destino de Flavius Paulus, pero sí que sabemos que la derrota y desmoche de aquel movimiento no representó el fin de aquel proyecto.

Julián, el arzobispo hispanista

La desaparición de la escena de Flavius Paulus (no sabemos si desterrado, encarcelado o ejecutado) inauguró un periodo de tensa calma, presidido por una pesada represión. De nuevo, los profesores Nadal y Prats, revelan que el primer ataque cultural e ideológico de las provincias centrales contra el cuadrante nordoriental se produjo en aquel contexto represivo. Está en la "Insulatio in TyranidemGalliae" (Prevención contra la tiranía de la Galia), obra de Julián, arzobispo de Toledo. En la "Insulatio" es el mismo Julián el que se refiere a la sociedad de los conventus Tarraconense y Narbonense (territorios de las futuras Catalunya y Languedoc) como no hispanos. Y aprovechando el contexto represivo, los desafía con las citas: ¿"Dónde están los gestos con que rechazabais la compañía de los hispánicos"? y "Dónde están las voces engalladas con que detractabais a los hispánicos?"

Mapa de la Marca de Gotia (siglos VIII e IX). Fuente Universidad de Barcelona
Mapa de la Marca de Gotia (siglos VIII e IX). Fuente Universidad de Barcelona

Rodrigo y Ákhila y los fantasmas de Wamba y Flavius Paulus

La tensión estalló, de nuevo, en un momento crucial de la historia peninsular. El año 711, la monarquía visigoda estaba inmersa en una guerra civil de grandes proporciones. En aquel paisaje de conflicto, una de las facciones —la de los derrotados y represaliados visigodos de Septentrión— pactó la intervención militar de los árabes, que ya estaban en el Magreb. La derrota y muerte del rey Rodrigo en Guadalete (711) y el cambio de opinión de los árabes (pasaron de colaboradores a invasores), colapsó el estado visigodo, que se hundió como un gigante con pies de barro. Incluso, en la resistencia a la invasión pondrían de manifiesto las diferencias. Mientras las oligarquías de las provincias centrales pactaban con el nuevo poder árabe, los visigodos de Septentrión, liderados por Ákhila, se organizaban y presentaban una dura resistencia que se prolongaría por espacio de doce años (711-723).

Los falsos mitos de Rodrigo y de Pelayo

Rodrigo no fue el último rey visigodo. Antes de la derrota de Guadalete (711), los visigodos de Septentrión habían coronado secretamente a Ákhila (710), que de esta forma recogía al testimonio perdido de Flavius Paulus. Eso explicaría los sorprendentes movimientos y la derrota del ejército visigodo en Guadalete. Ákhila sobrevivió para organizar la resistencia contra los árabes que él mismo había conducido en la península, hasta que aceptó un pacto muy beneficioso para sus intereses personales (713). En aquel momento, las oligarquías del cuadrante nordoriental lo destituyeron fulminantemente y nombraron a Ardón, el último rey de los visigodos de Septentrión (713-723) y el último monarca visigodo peninsular. Cuando Pelayo derrotó a la guarnición árabe del valí de Gijón en Covadonga (722), Ardón hacía nueve años que combatía a los árabes a caballo entre los Pirineos.

Mapa de la conquista árabe de la península ibérica. Fuente Universidad de Sevilla
Mapa de la conquista árabe de la península ibérica. Fuente Universidad de Sevilla

La tradición hispanista del reino de Asturias-León

No obstante, el resultado de la batalla de Covadonga tuvo una extraordinaria repercusión. A partir de una simple escaramuza, Pelayo (722-737) y sus sucesores —su hijo Fáfila (737-739) y su yerno Alfonso (739-757)— fueron capaces de construir una entidad política que trascendería en el tiempo. La investigación historiográfica ha demostrado que la relación genética entre Rodrigo (considerado, por el nacionalismo español, el último rey de la monarquía visigoda hispánica); y Pelayo (considerado, por el nacionalismo español, el iniciador de la recuperación del proyecto visigodo de unidad hispánica) es del todo inexistente. Pero nadie discute la habilidad política del asturiano, que se dotó de una ideología que sería el verdadero impulso de su movimiento. Él y sus descendientes se intitularían como los únicos, legítimos y verdaderos sucesores de los reyes de Toledo.

Asturias versus Gotia

Y en este punto es donde radica la gran diferencia entre los focos de resistencia de los extremos nordoccidental y nordoriental peninsular. Y lo que explica el título de la pieza. Mientras que Pelayo y su pequeño dominio recogieron, adaptaron a su realidad y proyectaron en el futuro la ideología de Wamba, del arzobispo Julián o de Rodrigo; los conventus Tarraconense y Narbonense tuvieron que esperar la reacción carolingia; y la restauración de la nación de los visigodos de Septentrión sería obra del retorno del exilio precatalán al reino de los francos (717/723-752/801) y del empuje militar de los francos. La reina Berta del Pie Grande, esposa del rey Pipí el Breve, madre del emperador Carlomagno y arquitecta de la expansión carolingia hacia el sur, denominó, reveladoramente, Marca de Gotia los dominios restaurados de los antiguos visigodos de Septentrión.

Mapa de las provincias de la monarquía visigótica hispánica (siglos VI en VIII). Font Enciclopedia
Mapa de las provincias de la monarquía visigótica hispánica (siglos VI en VIII). Fuente Enciclopedia

La tradición carolingia de la Marca de Gotia

El profesor Sánchez-Albornoz (el gran medievalista castellano contemporáneo) explica que "la ideología hispánica del núcleo asturiano se expandió por todos los pequeños dominios cristianos peninsulares, excepto a los condados catalanes". El reino de León (la evolución del estado primigenio asturiano), el reino de Navarra-Aragón (el estado medieval de los vascos) y el reino de Castilla (el estado-tapón entre León y Navarra), asumieron como propia la idea y el objetivo de restauración de la vieja monarquía visigoda hispánica. Pero, en cambio, ni la Marca carolingia de Gotia (752-987), ni los condados catalanes independientes surgidos de aquella Marca (a partir del 987), nunca participaron de esta idea y nunca codiciaron este objetivo. La fabricación de Catalunya, a diferencia del resto de estados peninsulares, nunca fue española.