Aprovechando que este año se celebra el Año Bertrana, Rata Editorial presenta uno de los libros emblemáticos de Aurora Bertrana (1892-1974), Paraísos oceánicos. Una obra en que se demuestra que Aurora fue mucho más que la hija de Prudenci Bertrana, como algunos la han considerado. Fue una mujer rompedora, que superó las barreras que habitualmente sufrían a las mujeres de su época: viajó por el mundo, se dedicó a la música y a la literatura... Sus experiencias en la Polinesia, y las anécdotas que le explicaron sus amigos y compañeros, son la base de este texto, publicado inicialmente en 1930.

Aurora Bertrana durante su estancia en Oceanía

Aurora Bertrana durante su estancia en Oceanía. Foto: Fondo personal de Aurora Bertrana y Denys Choffat.

Un exilio dorado

Bertrana salió de Catalunya y se dedicó a ver mundo. En Suiza, donde vivió una larga temporada, se integró en un grupo femenino de jazz, uno de los primeros que existió en Europa. De 1926 a 1929 viajó por la Polinesia Francesa con su marido, una experiencia de la que saldría el texto inicial de Paraísos oceánicos, el primer libro de Bertrana. En un tiempo en que viajar a París o a Nueva York era, para los catalanes, ver mundo, Bertrana superó límites. Y mientras algunos intelectuales aventureros viajaban a la URSS en busca del paraíso del proletariado, Bertrana prefirió irse a Oceanía, en busca del paraíso de la sensualidad. Y lo explicó, en primera persona, en Paraísos oceánicos.

Expedicio de pesca

Expedición de pesca. Foto: Fondo personal de Aurora Bertrana y Denys Choffat.

Orientalismo

El libro de Bertrana rezuma orientalismo, al mismo nivel que las célebres pinturas de Marià Fortuny. Si en Marruecos, en un viaje posterior, Bertrana buscaba un país "sensual y fanático", la sociedad polinesia, para ella, era un ejemplo de cultura sensual y tolerante. Bertrana se recreó en los tópicos del territorio, ya expresados anteriormente por viajeros y escritores colonialistas. Pero quizás es la abundancia de estereotipos la que hace que el texto de Bertrana funcione tan bien en la actualidad, probablemente porque la visión mítica de Polinesia ha cambiado poco. Aurora Bertrana estaba fascinada por lo mismo por lo que la Oceanía mítica sigue fascinando los europeos: tolerancia sexual, aguas cristalinas, belleza del paisaje y de los cossos,danses lascivas, playas idílicas, bosques densos... Paraísos oceánicos entronca así con las tradiciones literaria francófona y anglófona, pero es absolutamente excepcional en la catalana (aunque los catalanes recibían los mismos mitos sobre Oceanía a través de la literatura en otras lenguas, pero también del cine, las revistas ilustradas...).

Danzantes en reposo aurora bertrana

Danzarinas en reposo. Foto: Fondo personal de Aurora Bertrana y Denys Choffat.

Lejos de la etnografía

Bertrana no pensaba en retratar las poblaciones que veía. No intentaba hacer una obra etnográfica, porque más que interesada en "el otro" está interesada en las reacciones que generaba en ella la presencia del "otro". Paraísos oceánicos no es un libro escrito desde la ciencia, sino desde el sentimiento. De hecho, algunas descripciones son claramente erróneas, como cuándo Bertrana habla de "la lengua polinesia" (cuándo en realidad en Polinesia se hablan numerosas lenguas diferentes). Pero Bertrana, frente a los colonialistas, tiene una posición que la acerca a los antropólogos: la absoluta falta de voluntad moralizadora. Bertrana no quiere convertir a los polinesios, no cree que la civilización occidental sea superior a la local en todos sus aspectos, ni quiere que los isleños adopten sus valores. En realidad, sus relatos rezuman una simpatía difusa por la cultura de los polinesios, e incluso una cierta admiración por aquellos que habían resistido a los europeos cuando llegaron a las islas. Pero esta simpatía no va asociada a una condena del colonialismo, aunque en algunos puntos de los relatos ironiza sobre los personajes coloniales (nada que ver con la dureza de un Simenon o de un André Gide, por ejemplo). Y es que la visión del otro de Bertrana no está exenta, a veces, de racismo. Como cuándo describe a los chinos, "prodigiosa raza celeste": "Un chino solo no puede asumir una responsabilidad por pequeña que sea".

Purou, chica tahitiana

Purou, chica tahitiana. Foto: Fondo personal de Aurora Bertrana y Denys Choffat.

Desde la veranda

Aurora Bertrana hizo un viaje absolutamente elitista. En aquel momento los que viajaban eran pocos. Se necesitaba mucho dinero para ir al otro extremo del mundo, cuando todavía no se habían generalizado los tour-operadores y la velocidad de desplazamiento era muy lenta. A los privilegios económicos se le sumaban los privilegios raciales derivados de la situación colonial que se vivía en ese momento en la Polinesia francesa. Bertrana vivió en una casa al estilo indígena, pero disfrutaba de privilegios que los autóctonos no tenían. Aurora Bertrana tenía curiosidad por meterse por todas partes, en Papeete y en los otros lugares de Polinesia, pero siempre mantuvo una clara barrera con respecto a los autóctonos. Y era muy sincera sobre sus vivencias: confesaba que la Polinesia en que había vivido no era en la que habían vivido los grandes aventureros de unas décadas antes, como Pierre Loti. Confesaba que, en su época, el turismo ya formaba parte de los circuitos comerciales de la isla y se asociaba a la prostitución, al exotismo, al comercio de drogas... Bertrana no vivió aventuras como las de Jack London en los Mares del Sur, sino experiencias duras, pero nada peligrosas: falta de luz, grandes tempestades, camas incómodas, comidas extrañas... Algunos autores actuales de literatura de viajes no lo reconocen tan claramente.

Postín postín, Aurora Bertrana

Baile upa-upa. Foto: Fondo personal de Aurora Bertrana y Denys Choffat.

Edición completa

La voluntad de la editorial Rata era ofrecer una versión lo más completa posible de los Paraísos oceánicos. Por eso el libro incorpora un elemento que le da mucha relevancia al texto: las fotografías que hicieron Bertrana y su esposo en Polinesia; unas imágenes que no son de una calidad extraordinaria, pero que constituyen un elemento de primer orden para entender las vivencias de Aurora Bertrana en Oceanía. Además, el texto cuenta con una serie de breves prólogos y epílogos que ayudan a enmarcar el personaje y su obra sin recargar la lectura. Una edición de lujo que constituye el mejor homenaje que se podía hacer, en el Año Bertrana, a Aurora Bertrana, una autora que vale la pena descubrir, porque escribía magníficamente bien.

 

Fotografía de portada: Bahía de Hamené (Raiatea). Fondo personal de Aurora Bertrana y Denys Choffat.