Antonio Sitges-Serra es catedrático de Cirugía de la Universitat Autònoma de Barcelona y jefe del departamento de Cirugía del Hospital del Mar. Sin embargo, al mismo tiempo, es autor de Si puede, no vaya al médico (ed. Debate), un libro muy crítico con las prácticas médicas actuales que ha tenido mucho éxito y que pronto verá su segunda edición. Con anécdotas muy ilustrativas, una avalancha de datos, mucho espíritu crítico y buenas dosis de sentido del humor, Sitges-Serra ha hecho un libro que es absolutamente riguroso, pero que al mismo tiempo puede ser leído por cualquiera.

Antonio Sitges-Serra Doctor - Sergi Alcàzar

¿Qué le han comentado sus colegas que han leído el libro?

La verdad es que hay de todo. El médico de trinchera, el médico asistencial, es testigo de lo que explico al libro, y he tenido muchos correos felicitándome... Los médicos que están vinculados a instituciones son más recalcitrantes a lo que explico yo, porque no asumen el liderazgo intelectual que tendrían que llevar, y están un poco molestos. Pero este libro no busca culpables, busca básicamente explicar la situación...

¿La medicina está más al servicio de la industria que del ciudadano?

Los fondos buitre no sólo están presentes en el sector de la vivienda, la banca o el periodismo. El capitalismo más agresivo también tiene un pacto con la industria farmacéutica y con la que se dedica a la tecnología médica. Son sectores que crecen a mucho ritmo, y son muy rentables para los inversores. Las farmacéuticas son mediadoras entre el gran capital y el médico y el paciente, y tienen una agresividad comercial brutal vinculada al sistema del capitalismo desregulado que tenemos ahora en marcha. Yo no diría que la medicina está más al servicio de la industria que del ciudadano. La medicina se ayuda de la industria que es un actor más, pero lo que sucede es que los intereses de la industria no siempre son los del ciudadano.

¿Las desigualdades afectan a la salud?

Sí, ciertamente. Los cuatro pilares de la salud son la higiene (entendida en un sentido muy amplio), las vacunas, los antibióticos y la cirugía menor (no las grandes operaciones, sino las que afectan en cosas muy comunes, como las hernias). A menudo, nuestra salud no depende de un robot o de un medicamento chulo. Los países que han alcanzado avances en estos cuatro pilares han dado un gran salto en la salud, pero en cambio, los países que tienen problemas de seguridad alimentaria o de atención médica básica tienen graves problemas de salud.

El gasto médico tiende a incrementarse más y más. ¿Este incremento es sostenible?

Uno de los temas que preocupa más a los expertos en la sanidad es el incremento del porcentaje del PIB que se dedica a temas médicos. Porque cada vez el gasto médico crece más y a la larga eso no podrá mantenerse.

Hay un desequilibrio entre el incremento del gasto sanitario y la mejora del estado de salud de la gente.

¿El incremento del gasto médico garantiza un incremento de la longevidad de los europeos?

No. Categóricamente. Hemos alcanzado una expectativa de vida larga sobre los cuatro pilares que mencionaba, y sobre un cierto desarrollo del conocimiento y de la tecnología médicos. Pero la eficacia de la medicina, en la actualidad, experimenta unos incrementos decrecientes. Mi impresión es que cada vez invertimos más tiempo y dinero para tener un incremento de la esperanza y la calidad de vida menor. Hay un desequilibrio entre el incremento del gasto sanitario y la mejora del estado de salud de la gente.

¿Estamos pagando entre todos investigaciones para tratamientos que tan sólo beneficiarán a algunos?

La investigación médica está pagada por fondos públicos y por fondos privados. Los beneficios que aportan a veces podrían resultar sesgados. Si hubiera una vacuna para el paludismo, serviría mucho para los países en desarrollo. Ahora bien, hay tratamientos para el cáncer, por ejemplo, que son extremadamente caros, y al fin sólo los podrán aprovechar los países ricos. Pero, incluso así, los beneficios que se podrán sacar serán limitados. A veces la gente que tiene dinero piensa que con fármacos carísimos o con grandes robots estarán mejor de salud, y esto tampoco es verdad.

Todo es cuestión de cifras: mueves los números y generas millones de enfermos

Se está disparando el consumo de ciertos medicamentos, como los ansiolíticos. ¿Cómo es eso?

Toda la medicación neuroléptica está realmente muy extendida. La usa entre un 8 y 10% de los hombres y cerca de un 25% de las mujeres... Hay mucha ansiedad, angustia, depresión... Todo eso es producto de la medicalización. La psiquiatría está medicalizando ámbitos tradicionales de la esfera privada: el luto, la menopausia, la sexualidad... La psiquiatría promueve la administración de fármacos en campos nuevos. Y los intereses industriales y profesionales hacen incrementar el número de enfermedades y su prevalencia. A veces todo es cuestión de cifras. La hipertensión se incrementa porque cambian los valores de medida de la tensión: mueves los números y generas millones de enfermos.

Cada vez los médicos se encuentran con más resistencias a los antibióticos. ¿Este problema se habría podido evitar?

Se ha sido muy permisivo con el manejo de los antibióticos. También es verdad que se hace un uso muy extenso de ellos con enfermos críticos y hospitalizados. No sólo es cuestión de lo que se venda en la farmacia o de lo que no, que lo es (se tendría que restringir la venta). Cada vez hay más medicina y cirugía intensiva. Y estos enfermos necesitan antibióticos de amplio espectro, y eso genera resistencias. Este es uno de los problemas que afectan a la sostenibilidad del sistema.

Antonio Sitges-Serra Doctor - Sergi Alcàzar

En los próximos años se puede limitar mucho la expectativa de vida

Parece que los problemas se multiplican, para el sistema sanitario...

Los que han sido los cuatro pilares de la salud, a principios del siglo XXI empiezan a tener problemas. Los antibióticos empezaron a distribuirse en 1947 y fueron muy eficaces, pero ahora este gran fármaco empieza a ser inútil a causa de las resistencias. La higiene, la calidad de vida, está amenazada por el cambio climático. La cirugía menor está un poco desprestigiada: en los medios nunca se habla de un médico que opera hernias, se habla de una cirugía mayor, la menor está en franca desconsideración. Y las vacunas ahora empiezan a ser cuestionadas, por el abuso de la industria, en parte, pero también por la hipocondría social. Y eso puede limitar mucho la expectativa de vida. En Estados Unidos ya están perdiendo, y en Francia también. Este fenómeno lo provocan factores del entorno, no la calidad de la medicina en sí.

En Si puede no vaya al médico afirma que hay medicamentos que, no sólo no curan, sino que incluso hay los que han llegado a matar... ¿No hay bastante control sobre la industria farmacéutica?

Teóricamente un medicamento, antes de ser aplicado, pasa por unos filtros muy rigurosos, que funcionan muy bien sobre el papel. Pero continuamos teniendo problemas. Los ensayos clínicos facilitan que en ocasiones se pueda colar un medicamento letal. A veces se hacen con ensayos con parámetros que no son representativos del conjunto de la población, y cuando se aplican sobre la población general dan efectos indeseados. A veces la demanda social hace que se acelere la aprobación de un medicamento y al fin hay problemas. Entre una cosa y la otra, finalmente se pueden colar medicamentos potencialmente mortales. En el libro cito un artículo reciente de la Universidad de Oxford que ha estudiado más de 90 medicamentos aprobados y que han resultado ser mortales. Algunos de ellos han tardado en retirarse hasta dos años; y en muchos casos se ha retrasado la retirada hasta que las evidencias eran incontestables, probablemente para maximizar su rentabilidad.

El hombre siempre ha soñado con la inmortalidad. Ahora hay quien cree que la medicina la le dará. ¿Se equivoca?

Sí. En el libro explico que para entender este razonamiento se debe ser consciente de la sustitución de las utopías sociales por las utopías científicas... En el siglo XX había utopías sobre la sociedad equitativa, sin clases... Pero estas teorías fallaron y las utopías que funcionan bien hoy son las científicas y las populistas. Dentro de la utopía tecnocientífica se incluye el sueño de la inmortalidad. Hoy en día está muy arraigado, y también tiene el apoyo de la industria.

Es muy irresponsable intentar alargar la vida hasta los cien años

¿Usted cree en esta posibilidad de inmortalidad?

Yo soy mucho más prudente y pienso que probablemente estamos alcanzando unos niveles de expectativa de vida que rayan las posibilidades biológicas. Incluso desde un punto demográfico y de responsabilidad social es muy irresponsable intentar alargar la vida hasta los cien años. Si alargamos mucho la vida lo haremos a costa de más carga de enfermedades, y eso provocará cargas familiares, sociales y financieras.

¿Cuál es la solución?

Nos tenemos que reconciliar con la muerte.

Cada vez se proponen más campañas de detección de enfermedades antes de que el enfermo denote síntomas, como las del cáncer de mama. ¿Son efectivas?

La efectividad de una campaña se tiene que mirar globalmente. Este criterio se tiene que aplicar a las mamografías, a la detección precoz del cáncer de colon, del de próstata... En los tres casos la disminución de la mortalidad por estas enfermedades se ve poco afectada por las políticas sistemáticas. La reducción de la mortalidad es muy pequeña. En el caso cáncer de mama se ha constatado que a medio plazo, la mortalidad por todas las causas combinadas (el cáncer de mama y otras patologías) no se altera sustancialmente. En términos absolutos, el impacto es muy bajo. Ahora, aquí también hay muchos intereses, y también entra la política. La oferta de cribados es bienvenida por una sociedad hipocondríaca.

Usted no parece ser un entusiasta, de estas políticas...

Se piensa poco en sus consecuencias. Para evitar a un muerto hemos hecho 25.000 mamografías, con un coste altísimo. Hemos tenido falsos positivos que generan mucha tensión y que afectan mucho a quien los sufren. Ha habido biopsias y cirugías que no han sido positivas... Hay que considerar todos los procesos que se han tenido que hacer para salvar a alguien. Y en las políticas de cribado, el balance coste – beneficio es muy pobre. Y eso es lo que quita valor a las políticas de cribado. El dinero se podría destinar a políticas de nutrición, de maternidad, de estilos de vida, que podrían ser mucho más beneficiosas.

Muchos artículos de divulgación médica fomentan la hipocondría social

¿Sirve de alguna cosa leer cada día artículos de divulgación médica?

Yo creo que hay demasiados artículos. Como hay demanda, se producen textos continuamente. Pero en realidad, muchos son improductivos y a veces fomentan la hipocondría social, aunque de vez en cuando hay columnas especializadas donde se dicen cosas con sensatez. Pero a veces los titulares pueden ser aberrantes. Yo hago colección de ellos y tengo algunos espectaculares. Por ejemplo: "Si cenas pronto, no tendrás cáncer" o "Las tesis provocan enfermedades mentales". El periodismo médico tiene poco aparato crítico, y me gustaría que hubiera una información más seria en este campo. En eso soy un poco crítico con los medios... Sería bueno que los diarios hicieran columnas más serias.

¿Y los artículos médicos de las revistas científicas, son siempre tan rigurosos como tendrían que ser?

En Si puede, no vaya al médico analizo a fondo esta problemática. La publicación científica médica, hoy en día, está muy cuestionada. Como hay mucha presión sobre los investigadores, y tienen que publicar mucho para llenar su currículum, eso favorece, si no el fraude, la irrelevancia... Se hacen muchas cosas que no sirven para nada y que a veces cuestan mucho dinero. Hacer un artículo en una revista solvente con fondos europeos puede costar más de 200.000 euros. Y el problema es que a veces estos artículos son irrelevante. Hay sociólogos de la ciencia que lo han estudiado y que demuestran que se hacen muchos papers con poca utilidad clínica. La investigación es difícil: necesita paciencia, honestidad, y trabajar fuera de los focos. La vorágine de publicaciones va en contra de la calidad. Y eso sin hablar de los conflictos de intereses: hay revistas subvencionadas por farmacéuticas...

¿Cura tomar los alimentos milagrosos que anuncian por televisión?

No hay duda de que el estilo de vida es esencial para la salud. Uno de los ejemplos más claros es el gran problema que tienen las sociedades desarrolladas con la mala alimentación. En Estados Unidos gastan tanto en sanidad como nosotros y tienen 10 años menos de esperanza de vida. Su problema es de transgresiones del estilo de vida razonable. Y sobre eso sabemos cada vez más. Pero la medicalización de las dietas es un error. Los alimentos funcionales están muy cuestionados y vemos allí la larga mano de la industria, medicalizando la nutrición. En general, tenemos que ser muy refractarios a estos mensajes publicitarios que promueven algunos elementos como generadores de salud. Los elementos funcionales son básicamente un invento de la industria. Otro caso es el de la gente que tiene alergia y que no puede tomar según qué productos...

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El problema de la obesidad está en la cabeza, no en el estómago

¿Cuál es entonces, el papel de la dieta?

Se tiene que saber de cantidades y cualidades de alimentos para hacer una dieta equilibrada y correcta. No se trata tanto de dietas milagrosas. La mayoría de dietas se están popularizando para adelgazar. Y en realidad, cuando te vuelves obeso, hace falta, sobre todo, mucho esfuerzo por recuperar hábitos correctos. No es cuestión de recurrir a operaciones. La cirugía de la obesidad, por sí misma, no es correcta. No te sirve de nada operarte si no cambias tus estilos de vida. La cirugía de la obesidad es un gran fraude. El problema está en la cabeza, y no en el estómago.

Hay dietas muy diversas, y algunas son contrarias a las otras. ¿A quién hacer caso?

Continuamente nos van dando contraindicaciones de lo que se había dicho antes. Todo esto, son juegos de manos. El terreno de la investigación en nutrición es muy pantanoso, con muchos tipos de intereses cruzados.

Los estudiantes tienen que entender que la Medicina no es una rama de la Biología

Los futuros médicos pasan muchos años estudiando. Muchos. ¿Se les forma adecuadamente para cumplir su función?

Uno de los objetivos del libro es ayudar a los estudiantes a entender el mundo que se encontrarán cuando salgan de la burbuja. Las facultades son muy competentes en divulgar ciertos aprendizajes, pero el estudiante casi no recibe inputs de determinados temas. No tienen una visión de gran angular de la medicina. En general, la sensibilidad por los fundamentos de la sociología médica es escasa. La culpa no es suya. Las autoridades académicas viven también de espalda a ello. Los estudiantes tienen que entender que la Medicina no es una rama de la Biología. La Medicina es trato con el paciente, es empatía, es conocimiento social...

¿Cómo resolverlo?

Uno de los problemas es que hoy en día llegan a la carrera de Medicina alumnos que no han tenido contacto con las humanidades. Eso es un disparate.. Así es muy difícil que entiendan la profesión en su contexto y con sus miserias. ¡Ojalá este libro entrara en las aulas! Sería muy útil que el alumno entendiera cuál será su entorno social y laboral cuando salga al mercado.

Mucha gente desconfía de la medicina, quizás con motivo, y se pone en manos de terapias alternativa. ¿Les irá mejor?

En algunos casos no: en el libro explico la triste historia de Steve Jobs. Pero depende de la patología. En algunas patologías, menos orgánicas, psicosomáticas, las terapias alternativas pueden ser de ayuda, porque el terapeuta habla con el enfermo y puede ser una ayuda psicológica para él, que no curaría una enfermedad orgánica. Hay dolencias que pueden encontrar un alivio en terapias alternativas. Pero si tienes una enfermedad orgánica grave, como un cáncer o un ictus, un tratamiento alternativo poco te ayudará. Te puede ayudar, como mucho, a hacer frente a la situación (y eso, depende de los pacientes), pero a nivel terapéutico suele tener poca eficacia. Pero hay mucha dolencia al límite entre lo físico y lo psicosomático que puede aligerarse con tratamientos no necesariamente farmacológicos.