El Ibex se cayó de su consabida percha de los 8.500 puntos en un movimiento peligroso porque la confianza se está volatilizando en Europa y en Wall Street. No se sabe a dónde va la economía global, pero se tiende a pensar que a peor y con el poco volumen de negocio que hay en agosto las cosas tienden a acentuarse.

La caída del 42% del beneficio del Commerzbank reabrió la caja de los truenos sobre la banca europea después de unas pruebas de estrés que el mercado se las toma a cuchufleta. El Financial Times remitía ayer a la opinión de expertos, según los cuales la banca europea necesita 900.000 millones de recapitalización. En ésas, llegan un test de la Autoridad Bancaria conciliatorios y el bendito Renzi, acosado por el referéndum innecesario que se ha inventado, ha dicho que no habrá ayuda pública a la banca italiana, que tiene 360.000 millones de euros de créditos incobrables, para no dar argumentos a los populistas. Joé, si ya la tiene negociada con Bruselas y la apoyaba Draghi. Ni Cameron. La noticia de que el Deutsche Bank y el Crédit Suisse serán expulsados del Eurostoxx 50 fue el remate para apretar el botón de apaga y vámonos. La banca española ha caído en picado.

Además, y esto complica las cosas, ni tan siquiera la espera del dato de empleo americano del viernes puede cambiar la perspectiva del mercado porque se pueden crear puestos de trabajo siempre que una economía esté por encima del potencial de crecimiento, que, a su vez, puede ser cero. Ahora bien, eso, desde luego, no justifica máximos históricos del Dow Jones o del S&P 500 cuando la realidad económica no sigue. Ojo, que agosto tiene muchas vueltas.