El anuncio, por parte del Ayuntamiento de Barcelona, de promover una rehabilitación conjunta de las fachadas de la plaza Reial, retorna a la actualidad un espacio que surgió de una reurbanización importante del centro de Barcelona favorecida por la desamortización de bienes eclesiásticos que permitió liberar grandes espacios en el mismo núcleo de la ciudad a mediados del siglo XIX. Si en el antiguo convento de los Trinitarios en la Rambla se pudo levantar el Gran Teatre del Liceu; en el del convento de Sant Josep, el mercado de la Boqueria, y en el convento de los dominicos de Santa Caterina se levantó el mercado del mismo nombre, en el espacio del convento de los Capuchinos se pudo construir el gran conjunto arquitectónico de la plaza Reial, uno de los pocos espacios de la ciudad con una unidad constructiva que lo hacen especialmente singular y que cuenta con protección como Bien de interés local.

Construida entre 1850 y 1859 a partir de un proyecto aprobado en 1848, la plaza Reial tiene unos 175 años de historia, un periodo que lo ha llevado de ser un espacio conventual a epicentro turístico, pasando por episodios como la estatua 'fake' de Fernando el Católico, el atentado anarquista de 1892 y la inesperada recuperación ciudadana del tiempo de la Covid. Miles de personas pasean cada día en un ambiente donde conviven turistas con vecinos, donde los locales de restauración se han hecho suya toda la parte porticada y durante la noche abren los locales de fiesta y música. Eso sí, no todo el mundo sabe que en medio de la plaza hay una obra de Antoni Gaudí.

Plano del Convento de Capuchinos de Barcelona el año 1835 de acuerdo a Gaietà Barraquer Barraquer y Roviralta Cayetano
Plano del Convento de Capuchinos de Barcelona el año 1835 superpuesto con el proyecto de la plaza Reial, el espacio central de la cual coincide con el huerto conventual / Foto: Gaietà Barraquer Barraquer y Roviralta Cayetano
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Postal histórica de la plaza Reial, donde se observa que siempre ha estado poblada por palmeras, que siguen formando parte del paisaje de este espacio céntrico de Barcelona/ Foto: Keith Fullerton Whitman

Fue en el año 1835 cuando el convento de los Capuchinos fue desamortizado, aunque hay que tener en cuenta que la bullanga de aquel mismo año ya lo había dejado bastante perjudicado. En un primer momento, el mismo edificio del convento fue convertido en teatro, bajo el nombre de Teatre Nou, pero una vez inaugurado el Liceu en 1847, se decidió derribar todas las construcciones existentes para dar paso a una gran plaza porticada, cuyo espacio central coincidiría, en buena parte, con el antiguo huerto del convento. Hay que tener en cuenta que en aquel momento Barcelona vivía una gran transformación interior, donde a los solares provenientes de la desamortización se añadía la apertura de espacios ganados por la supresión de los cementerios parroquiales -la plaza de Sant Jaume es un ejemplo claro- y la apertura de nuevos viales rectilíneos, como el eje Ferran-Jaume I-Princesa, a los cuales se sumarian en aquel contexto de mediados de siglo XIX, el derribo de las murallas y de la Ciutadella.

Volviendo a la plaza Reial, según recoge el Catálogo de Patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona, el conjunto arquitectónico fue edificado a partir del proyecto presentado en 1848 por Francesc Daniel i Molina, "inspirado en las urbanizaciones francesas de época neoclásica", y ganador del concurso de urbanización integral convocado por el Ayuntamiento. En una ciudad donde muchos proyectos quedaron a medias, desde el Park Güell hasta el plan Cerdà, la plaza Reial tiene otra singularidad: "se realizó íntegramente según el diseño inicial". Poco después empezaron las obras, que se alargaron hasta finales de la década siguiente.

"La fachada de los edificios es uniforme, de marcado carácter academicista, con un pórtico con pilares y arcos de medio punto en la planta baja, que soportan un orden gigantesco de pilastras corintias de dos pisos de altura con su entablamiento, sobre el cual se eleva un último piso con ventanas que actúa a manera de ático ligeramente retrasado", continúa la información más técnica del Catálogo de Patrimonio, que añade que "la fachada está decorada con motivos de tierra cocida helenizantes, bustos de navegantes y de exploradores americanos y escudos aguantados por niños indios". La construcción de todo el complejo incluyó también los accesos monumentales de la calle Colom, que la une a la Rambla, y el pasaje Madoz, que conecta con una calle Ferran que en aquel momento también se empezaba a configurar.

La estatua 'fake' de Fernando el Católico

Una vez aclarado el entorno arquitectónico, se tuvo que trabajar en la urbanización de una plaza que está marcada por los porches que ocupan todos los laterales, pero que de alguna manera se tenía que vestir también en medio, el espacio que, como ya se ha dicho, ocupaba el antiguo huerto conventual. Y en este espacio tuvo lugar un episodio bien especial. La plaza se llamó Reial y la intención es que en medio hubiera un monumento dedicado al rey de Aragón y conde de Barcelona Fernando II. En 1860, con los edificios acabados, faltaba poner una estatua ecuestre, que ya había sido encargada a un escultor valenciano, y se había preparado el pedestal.

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La fuente de las Tres Gràcies en la actualidad. Poca gente sabe que entre 1907 y 1927 la misma fuente, desmontada de la plaza Reial, lucía en la rambla del Poblenou, hasta que finalmente se decidió retornarla / Foto: AjBCN

Ahora bien, fundir una estatua de bronce no se hace de un día para el otro y resulta que a las autoridades barcelonesas se les tiró el tiempo encima por qué se quería aprovechar una visita de la reina de España, Isabel II, para presentarle el nuevo monumento. Lisa y llanamente, las autoridades del momento no tuvieron mejor idea que intentar enredarla con una estatua de pega, en concreto, un modelo hecho de yeso que serviría de base para el trabajo final. De hecho, aquella estatua 'fake' cumplió su cometido y convenció a la comitiva real, e incluso aguantó un tiempo en su sitio, víctima de las inclemencias y el vandalismo. En 1863, sin embargo, solo quedaba el pedestal, porque la estatua auténtica, de bronce, al final no se llegó a hacer, y finalmente se dio paso a la fuente actual.

La Font de las Tres Gràcies y las farolas de Gaudí

En todo caso, en 1868 se retiró aquel viejo pedestal y el arquitecto municipal Antoni Rovira i Trias presentó en 1876 "un proyecto de fuente monumental para ocupar el mismo lugar en el centro de la plaza, de hierro colado, construida según un diseño estándar de fuente pública de la casa Durenne de París". La fuente, pues, no tiene especial personalidad, pero sí tiene una singularidad, en 1892 fue sustituida por un manantial luminoso y entre 1907 y 1927 la fuente de las Tres Gràcies estuvo situada en la rambla del Poblenou. Finalmente, aquel año, la fuente retornó a la plaza Reial, donde se quedó para siempre.

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Farola de Antoni Gaudí de seis brazos, una obra de Gaudí que a menudo pasa desapercibida, aunque es bastante céntrica y de admiración gratuita. Destaca el coronamiento, con el casco alado de Mercurio / Foto: Bewahrerderwerte

Más historia tienen las farolas monumentales que rodean la fuente, ya que se trata de diseños de Antoni Gaudí, el cual los incluyó en dos proyectos de reordenación de la plaza Reial. Se trata de dos farolas de seis brazos coronados con el casco alado que identifica a Mercurio y que fue uno de los primeros trabajos de Gaudí una vez titulado como arquitecto. Colocados en la plaza en 1879, fueron restaurados en 1965 y nuevamente en 1982, pero por el camino se perdió la policromía original. Con todo, sorprende que una obra de Gaudí, tan glorificado en Barcelona, pase desapercibida en un punto de alta concentración de turistas. Todavía más, en Pla del Palau hay dos farolas, estas de tres brazos, que también forman parte del mismo diseño de Gaudí.

Reurbanización y recuperación de la plaza

La rehabilitación de fachadas presentada por el ayuntamiento llega cuarenta años después de la última gran intervención, que tuvo lugar entre 1982 y 1984, a partir de un proyecto de los arquitectos Federico Correa y Alfons Milà. En aquella ocasión, según recuerda el Catálogo de Patrimonio, "se sustituyeron los parterres que subdividían el ámbito central por un pavimento continuo de piedra, del cual salen las palmeras que de siempre han complementado la plaza", asimismo, se eliminó la circulación rodada y, efectivamente, se restauraron las fachadas, que ahora ya piden una nueva intervención.

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La plaza Reial está rodeada por porches que acogen terrazas de bares y restaurantes, una situación que ha provocado quejas tanto por los vecinos por su proliferación, como por los restauradores por las tasas que se les imponen / Foto: Carlos Baglietto

Para cerrar la historia de esta plaza a la espera de la anunciada rehabilitación de fachadas y entre quejas de los vecinos por la proliferación de terrazas y de los restauradores por el aumento de las tasas, hay que mencionar un episodio muy significativo de los usos que se hace de este espacio, que acoge muchos establecimientos de restauración y de ocio nocturno, donde prácticamente no hay sitios de estancia gratuitos y que se han convertido en paso obligado de los millones de turistas que visitan la ciudad, sin olvidar el histórico mercado de filatelia y numismática de los domingos. Se trata de la breve recuperación que tuvo la plaza en tiempo de la Covid y justo cuando se acabó el confinamiento, en una imagen prácticamente histórica, la plaza fue recuperada por los vecinos y vecinas del Barri Gòtic, que para un tiempo la hicieron suya, con niños jugando y paseando en bicicleta y sin turistas cerca. El espejismo de una Barcelona que tampoco se pudo sostener en el tiempo.